La prueba de que el comunismo viene a ser el fascismo del pobre es que a la vuelta de la esquina (¡a la vuelta del puente de mayo!) nos esperan la pobreza y su fascismo
Chateaubriand escribió «El genio del Cristianismo» para reconfortar a los supervivientes del totalitarismo revolucionario.
Aquí, en el 78, nuestros aprendices de Chateaubriand se pusieron a escribir «El genio del comunismo» para homologar a los franquistas con los demócratas europeos, cuya póliza la sellaban los comunistas: en el verano del 79, en una Redacción de derechas estaba muy mal visto emplear la palabra «comunismo» con connotaciones negativas. Después de todo, comunismo era democracia. En Periodismo tuve un profesor, militar, convencido de que la democracia era un invento de Suárez, y porque en un examen le mencioné al Hamilton de «El Federalista» intentó expedientarme por anarquista. Las consecuencias saltan hoy a la vista, con las cotorras repitiendo que la democracia (¡Weimar!) llevó
al poder a Hitler.
La prueba de que el comunismo viene a ser el fascismo del pobre es que a la vuelta de la esquina (¡a la vuelta del puente de mayo!) nos esperan la pobreza y su fascismo de juristas zonzos que pretenden prohibir… ¡el engaño!, que va desde la filosofía política, cuyo único objeto es la legitimación social de la obediencia, hasta el fútbol-regate de Messi (sólo valdrán los goles a morterada limpia, como los de Ramos en el minuto 93). Estos animales ignoran que, a diferencia del reino animal, según escribió un jurista sabio, la Humanidad abandonó el criterio de la fuerza física como patrón del orden social tan pronto como adquirió capacidad para la fabulación y la mitomanía. Es decir, el engaño:
-Magos, sacerdotes y filósofos han acompañado desde entonces a guerreros y policías para justificar la razón del mando de unos sobre otros.
Prometeo robó el fuego del Olimpo para regalarlo a los mortales como Carrillo robó la democracia en Rumanía para regalarla a los españoles, tan primitivos que acostumbramos a satisfacer en ese fuego un placer infantil, extinguiéndolo, como temía el doctor Freud de Viena, con el chorro de nuestra orina......Ignacio Ruiz-Quintano
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