Son muchos los están muriendo que no debieron morir, solo porque alguien valoró que no son valiosas sus vidas»
Ati, papá, que te has ido en la más completa soledad, a los 89 años, con patologías normales para tu edad, pero sano y fuerte, en tu residencia.
"Cuando te cures bien, nos vamos", te decía yo. Estabas allí por varias circunstancias, para que estuvieras tranquilo. Eran muchas las aventuras y desventuras que viviste, y eras bueno, demasiado bueno, siempre te decía "papá, saca genio porque si no te cogen la mano, después el brazo y por último te arrebatan el alma", tú te reías, tu naturaleza era así, pasar de largo y ser bueno.
Eras muy goloso, igual que yo, y cuando íbamos a verte con tus magdalenas y tabletas de chocolate eras más feliz que un chiquillo, nos hacías sonreír a mi hermano y a mí. Lo cierto es que nunca hemos entendido por qué en los hospitales y en las residencias tienen la manía de poner solo galletas maría en desayunos y meriendas, menos cuando las dentaduras ya no son las mismas, pero te decían que las mojaras y nosotros nos mirábamos, cómplices... dichosas marías.
Estabas tranquilo y bien, pero un día nos dijeron que por precaución se quedaban todos en su habitación. A los dos días me dijiste que tenías malestar, al siguiente por vídeo te reías y me preguntaste cuándo te ibas y te dije pronto "pronto". Cómo explicarte la situación que se vivía fuera, te hubieras asustado mucho, eras muy miedoso, yo también, porque no nos gusta la soledad y mucho menos la oscuridad.
El 27 de marzo en mi vídeollamada te vi postrado, ya no eras tú, no podías abrir los ojos aunque lo intentabas, perdiste completamente el habla, aunque también intentabas hablar. Sí me oías, y así todos los días. No entendía nada, no vi falta de saturación, no existía fiebre, no había tos, no había flemas. Me decían que era el Covid-19, maldito nombre, pero sin confirmación porque no tenían test.
El 2 de abril me preocupé, pues me dijeron que en menos de 15 días habían fallecido 19 residentes. Fuiste el número veinte, papá. Te pedía que comieras, pues llevabas varios días sin hacerlo, algo que no era habitual en ti, por lo que yo preguntaba a quienes estaban a tu cuidado si tenías heridas en la boca. Aquel 2 de abril intentabas decirnos algo, luego tomaste un zumo de manzana y por la noche un caldo y nuestras esperanzas llegaron a las nubes... Dios sabe lo que te costó, porque luego vi que sí tenías heridas en la lengua. Dios sabe cómo habrá sido tu agonía. No estuvimos allí para cogerte de la mano, ni para aliviarte en nada.
Sufriste la guerra de pequeño, pasaste penas y hambre, perdiste a tu hermana del alma de 18 años, sufriste por los abuelos, por los hermanos que quedaron con vida y ahora te aguardaba este regalito, sin piedad.
El 3 de abril me llamaron de madrugada para decirme que te habías ido. Se me agolpó la pena, la tristeza, el desconsuelo, pero sobre todo la rabia, la rabia, la rabia, son muchos los están muriendo que no debieron morir, solo porque alguien valoró que no son valiosas sus vidas.
No dudes, papá, que allá donde pueda alzar la voz lo haré. Siempre me decías "cuidado hija, no hables". Habías nacido en una guerra en la que os habían enseñado a callar con miedo, pero yo bien sabes que no me callaba nunca, y te reías lleno de orgullo.
Te acostabas mirando a la Virgen, a tus santos, a las fotos de familiares que ya habían partido, nos agradecías al resto y te dormías rezando. Papá, mi hermano y yo te decimos ahora a ti: mil gracias por ser nuestro padre, elegimos el mejor, y mil perdones porque nos dejamos engañar por unos desgraciados, te costó la vida, nos arrebataron unos años.
Es posible que llegara tu hora, pero lo pongo en duda. Sabíamos que algún día deberías partir, pero sufriste solo en tus últimos momentos y lo de después no fue mejor, porque no nos dejaron verlo, los meten desnudos en una bolsa blanca hermética, ¡con lo friolero que eres!, y no hay misas ni velas ni nada.
Y aun así tuvimos suerte y pudimos enterrarte al día siguiente, 4 de abril, en un pequeño cementerio tranquilo, sin ruido, donde nos hicieron un pequeño responso. Hice un poco de trampa porque te fuiste con tu gorra preferida y tus santos...
Todos los días hablábamos por teléfono, me llamabas "mi princesa" y a mi hermano "mi general", y nos despedíamos siempre con nuestra frase, "1, 2 y 3 mañana más y mejor". Tus hijos, nietos, bisnietos, yerno, nuera y familiares te queremos, ve en paz, papá......* Concepción Delgado Luna es de Madrid.
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