Sectores moderados del Ejecutivo asumen que no hay más remedio que aceptar su radicalidad porque necesitan sus apoyos
En el PSOE creen que el líder de Podemos acentúa la imagen institucional de Sánchez
Si la semana pasada fue una de las peores del Gobierno por la crisis que desató el pacto entre PSOE, Podemos y EH Bildu, ésta no ha sido mejor. La visceralidad de Podemos en los últimos días, la crispación político-social y la destitución del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos contribuyeron a elevar la tensión. Podemos aprovecha el lance para marcar perfil propio y defender un discurso más afilado contra el Partido Popular y Vox, protagonizado por el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. Una radicalización que cuenta con el plácet de La Moncloa, aunque incomode a algunos perfiles socialistas.
Al PSOE le interesa que sea Iglesias quien azuce a la derecha mientras el presidente del
Gobierno, Pedro Sánchez, mantiene un perfil más institucional y de mano tendida. Además, en un contexto de debilidad parlamentaria, a Sánchez no le quedan más opciones. Algo que envalentona a Iglesias para forzar la máquina cuando le interesa.
Desde los sectores más moderados del Gobierno recuerdan a ABC que Iglesias cuenta con 35 diputados y su apoyo es necesario para la estabilidad del propio Ejecutivo. «No es cómodo», admiten, «pero se convive con ello». Y añaden: «Tiene diputados que sustentan al Gobierno, no queda otra. Se le permite ponerse sus medallas, porque eso es parte del equilibrio» de un Gobierno de coalición.
En este sentido, explican que «en febrero o marzo se montaba un follón» cuando Iglesias anunciaba medidas por su cuenta, como ocurrió con el ingreso mínimo. Sin embargo, ahora «esos anuncios se quedan en nada, él lo dice y se va por donde ha venido». Es el balance que hacen de la semana.
Iglesias: «Dije la verdad»
Durante la Comisión de Reconstrucción en el Congreso, el jueves, Iglesias expresó que «Vox querría dar un golpe de Estado, pero no se atreven». Ayer señaló desde una rueda de prensa en La Moncloa que decía la «verdad», aunque consideró que se «equivocó» de momento y lugar. «Quité el foco a temas importantes», dijo. Los socialistas promocionaron mucho la disculpa de Patxi López, presidente del órgano parlamentario, para diferenciarse.
Por otro lado, Iglesias se ha comprometido a «explorar» vías para el indulto a los líderes del «procés» y se ha mostrado dispuesto a «dialogar» con el «expresident» fugado de la Justicia, Carles Puigdemont. Incluso a que intervenga en la comisión. Ayer Unidas Podemos firmó un manifiesto exigiendo la libertad de los «Jordis». También durante la comisión, el vicepresidente sugirió la «nacionalización» de la fábrica de Nissan para evitar su cierre, a pesar de ser una multinacional. Y volvió a insistir en que el Gobierno seguirá derogando la reforma laboral del Gobierno de Rajoy.
Las fuentes mencionadas señalan que «todo el mundo va aprendiendo» a gestionar la forma de hacer política de Iglesias desde la Vicepresidencia. «Él va a su historia, todo lo hace con el marchamo de la propaganda». De hecho, recuerdan que hace un mes, Iglesias anunció una rueda de prensa para presentar el ingreso mínimo que no tuvo lugar. «Esa rueda de prensa», señalan, «se celebró ayer, cuando Escrivá quiso».
E insisten en que mientras «el vicepresidente Iglesias declamó un papel escrito, José Luis Escrivá presentó una medida que se sabe, que ha preparado, y que presenta con 'powerpoint' didáctico. Es la diferencia entre el mitin y la explicación. Esa es la historia en todo: lo suyo no es trabajar las medidas, empaparse, sino hacer propaganda. Muchas de las cosas que va diciendo, no pasan como él decía que iba a ser».
Dos frentes, dos Gobiernos
Hay costuras de la coalición que se resienten de tanto tensarse cuando la agenda pone bajo el foco mediático medidas con carga ideológica, como la reforma laboral o la fiscal, aunque La Moncloa y el propio presidente intenten evitar la sensación de división. Lo cierto es que no hay una fractura limpia entre PSOE y UP, sino una brecha más transversal que Sánchez intenta gestionar con cierto malabarismo.
«Trabajan todos a una con distintas sensibilidades», dijo la semana pasada, después del choque frontal entre sus vicepresidentes, Pablo Iglesias y Nadia Calviño, por el acuerdo para derogar la reforma laboral. La vicepresidenta forzó a Sánchez y al PSOE a emitir un comunicado rectificando, pero Iglesias defiende que una nota no invalida las firmas de un documento.
El organigrama del Gobierno planteó a Calviño para hacer contrapeso a las tesis de Iglesias. Aunque las negociaciones al principio de la crisis sanitaria para gestionar las medidas económicas y las órdenes gubernamentales abonaron su enfrentamiento.
Las fuentes mencionadas previamente concluyen asumiendo un hecho que desmiente al presidente del Gobierno: «La realidad de hay dos gobiernos en uno, a pesar de lo que dice Sánchez». Y, como ejemplo del malestar patente, señalan que ayer, al acabar la rueda de prensa en La Moncloa, «a Iglesias se le vio ayer salir escopetado del Consejo. Irse sin decir adiós».
No obstante, voces de PSOE y UP insisten en que la legislatura no peligra. A pesar de la difícil convivencia de dos sectores ideológicamente casi opuestos, no hay más opciones que mantener el acuerdo de coalición si Sánchez quiere garantizarse los próximos cuatro años de legislatura.
Montero y el Ejército
Otro de esos ejemplos de la radicalidad en la que se ha sumido el sector de Podemos en el Gobierno lo ofreció ayer la ministra de Igualdad, Irene Montero, quien en una entrevista con TVE volvió a incidir en la idea de que a Vox le gustaría dar un golpe de Estado: «La derecha lleva semanas llamando a la insubordinación del Ejército», dijo.
Sin querer entrar en emitir ningún tipo de explicación sobre esa aseveración, desde el entorno de la ministra de Defensa, Margarita Robles, se insiste en que «las Fuerzas Armadas no tienen ningún color político ni partidista». Preguntados por ABC, se remitió a las palabras que la ministra Robles pronunció la semana pasada en el Senado: «Las Fuerzas Armadas son de todos y cada uno de los ciudadanos de este país; son la manifestación, o una de las manifestaciones más evidentes del Estado, y el Estado nunca puede ser partidista».
Fuentes militares consultadas por ABC constatan el malestar por las palabras de la ministra Montero, sobre todo un día antes del Día de las Fuerzas Armadas y tras todo el esfuerzo realizado en la Operación Balmis contra el coronavirus: «En cierto se puede desprestigiar a la institución con suposiciones tales. Los políticos deben aprender dejar a las Fuerzas Armadas al margen del debate político
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