Hay quien quiere ocultar la muerte,
porque la muerte nunca vende, y menos
para quienes no saben otra cosa que
convertir la acción de gobernar en un
ejercicio de creativos publicitarios.
Entre las muchas desgracias que nos ha
traído la pandemia gestionada por este
Gobierno -al que ya no voy a calificar-,
escandaliza en particular la ocultación de
los fallecidos. Para mí, esta manipulación
estadística es el abuso más grave tanto moral
como políticamente. El cotejo de los datos
de los registros civiles en los meses
de marzo y abril, así como la bajada
histórica en el importe pagado por
las pensiones, demuestran que estamos
en las primeras posiciones del mundo en
número de víctimas, por más que se hayan
esforzado en relativizar las cifras.
Somos, con mucho, uno de los peores países
en la gestión de la crisis sanitaria.
A pesar de ello, presumen de lo contrario.
De verdad, que no los absolverá la historia.
Es muy posible que superemos los cuarenta mil
fallecidos. Ocultarlos, hacerlos desaparecer,
es una indignidad. Merecen nuestro
respeto y nuestra petición de
perdón por una muerte injusta y silenciada.
Bieito Rubido
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