Por un lado, la España de las colas del hambre en Aluche. Y por el otro, la de las colas de Zara hasta la puerta
Nunca hubo tantas dos Españas como ahora. Machado se quedó corto. Nos siguen helando el corazón, a pesar de las altas temperaturas que dicen que matan al bicho dichoso que lo ha puesto todo del revés, y que a lo que era normal lo lleva hacia la «nueva normalidad». De momento tenemos a la España de las caceroladas de las 9 de la noche y la que dice que se hacen con cubiertos de plata. La España que se manifiesta en coche con banderas nacionales pidiendo la dimisión del Gobierno y la de las falsas enfermeras que le quieren cortar el paso defendiendo a Sánchez. La España que cuenta los muertos de la epidemia de una forma y la que
rebaja las cifras utilizando otro método, para salvar al Gobierno cuyo presidente no se dignó aparecer por el hospital de Ifema en los peores momentos y silencia y margina a un Rey que sí que estuvo, y que ha dado la cara frente a todos los sectores de una España angustiada por la enfermedad y por la crisis económica.
Y luego, las dos Españas de las fases de la desescalada. La España de la fase 1 y la España de la fase 2. Estar en una o en otra no siempre depende de rígidos criterios de recursos sanitarios y de datos (cambiantes cuando interesa) sobre los daños de la epidemia. Granada y Málaga, motores de la economía con el turismo, tienen mejores cifras que Cataluña o que las Vascongadas, pero no pasan a la fase 2 porque en Andalucía no gobierna la coalición de Sánchez, sino sus adversarios y no quieren reconocerles que tienen una situación bastante menos preocupante que en otros lugares de España. Del mismo modo que hay una España donde te puedes mover fuera de tu provincia, como las Vascongadas, y otra donde, como Sevilla, estás condenado a no poder ver el mar, donde se está haciendo algo más difícil que poner puertas al campo: poner parcelas y turnos de reserva a las playas.
Y hay otras dos Españas, terribles en su contraste: la de las colas. Lo he visto en Sevilla, cuando han abierto las grandes superficies comerciales, las tiendas de moda y el interior de los restaurantes y bares, en la recién estrenada fase 2. Son famosas de siempre las colas de las cajas de Zara, ¿no?, como un homenaje al humanitarismo de Amancio Ortega. Bueno, pues como ahora hay que dejar la «distancia social» al formar una cola, al inaugurarse la fase 2 y abrir las tiendas de Zara, había establecimientos donde la cola de las cajas llegaba hasta la mismísima puerta. No es exageración andaluza. Pongan dos metros de separación entre las integrantes de las famosas colas de las cajas de Zara y verán cómo les salen las cuentas. ¿Y los veladores de las terrazas? Escucho desde Madrid que al inaugurarse las terrazas de los bares con el estreno de la fase 1 había muchas donde hasta daban número en la lista de espera. Todo el mundo gastando, lo cual es una alegría para el remonte de la maltrecha economía de una sociedad donde absurdamente, con su cierre durante dos meses, han condenado a la ruina a muchas industrias y muchos comercios, y han puesto el paro que ya ven las cifras, y ni te cuento los apuntados en los ERTE. Si a muchos hogares ha llegado el jinete del apocalipsis del paro y hace más de dos meses que no entra un euro, ¿cómo esas colas de las cajas de Zara, o esas terrazas llenas, o esos restaurantes con todas las mesas de su interior ocupadas y donde te dicen que no queda sitio si llamas para reservar? Pero esto, ¿cómo es, que no lo entiendo? Por un lado, la España de las colas del hambre en Aluche, con la población vulnerable pidiendo para comer y con el Banco de Alimentos y Cáritas solicitando ayuda, porque no dan abasto para atender a los que están al borde de la exclusión social, y la Renta Mínima Vital en puertas. Y por el otro, la España de las colas de las cajas de Zara hasta la puerta y de los restaurantes llenos hasta la última mesa. Desde luego que es para que se te hiele el corazón.....Antonio Burgos
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