Todo vuelve, incluso las tarjetas telefónicas del pasado
Te jactas de ser joven... Hasta que un día te levantas y el espejo, inclemente, te devuelve el careto de un adulto. A Pablo Manuel Iglesias Turrión le caerán en octubre 42 tacos. Ha ganado kilos y sus mejillas han cobrado un sano tonillo sonrosado, casi pastoril. Sigue embutiéndose en la camisa a cuadros proletaria en citas puntuales, como para las entrevistas con la prensa foránea (donde tacha a los medios libres españoles de «ultraderecha mediática»). Pero viste a diario de americana o traje, prendas que deploraba. También ha mudado su modo de hablar. El Iglesias con poder adopta gesto meditabundo y diserta con una vocecilla queda, muy sentida, que no le impide seguir soltando burradas. Ayer, por ejemplo, con
su soniquete susurrante llamó golpista al PP. Cayetana entró al trapo de las provocaciones y sacó a colación al padre del vicepresidente, al que definió como «terrorista». No acertó, pues la refriega les venía muy bien a Pedro y Pablo para tapar el marlaskazo, donde tenía que haberse centrado la oposición sin distracciones. Redondo conoce y aplica la táctica de Steve Bannon, el gurú loco y listo que lanzó a Trump: si tienes un problema, embarra la cancha.
Puestos a remover pasados, era más oportuno el del propio vicepresidente social, que acaba de pasar en los tribunales de supuesta víctima de las «cloacas del Estado de la derecha» a chapoteador mayor en el cieno. No descarten algún día una serie en Netflix o Movistar titulada «La tarjeta chamuscada». Veamos:
Corría 2015. Iglesias era eurodiputado y acababa de romper con Tania Sánchez (a la que castigó desterrándola tras una columna en el gallinero del Congreso, pues siempre ha mezclado amor y promoción partidaria). En Estrasburgo tenía como asesora a una licenciada en Políticas de 25 años y origen marroquí, Dina Bousselham, a la que un día roban su móvil. Una faena, pues según el juez, contenía «material sensible, reservado e íntimo» (amén de mensajes machistas de Iglesias que se divulgaron en su día en algunos medios). La tarjeta de memoria SD debía incluir además curiosidades anatómicas, pues acabó siendo ofrecida a «Interviu». En un gesto de dignidad, su editor, Asensio, no quiso saber nada y se la entregó a Iglesias en enero de 2016. Juntos vieron su contenido (ergo funcionaba). Querido Líder se la guardó en el bolsillo y se la devolvió a Dina muchos meses después -entre 5 y 39, según el juez- e inservible, quemada. Iglesias presentaba todo este lío como una conjura contra él de las luciferinas «cloacas del Estado». Pero ahora el caso ha dado un giro y nuestro vicepresidente social puede acabar acusado de dos delitos: revelación de secretos (para lo que se necesita que lo acuse Dina), y destrucción de efectos informáticos. Dina, por si acaso, ha sido ya premiada con la dirección de un nuevo periódico digital de guerrilla auspiciado por Podemos. Pero aun así, Iglesias va a sudar en el juzgado de García Castellón. Todo vuelve. Hasta las tarjetas telefónicas de antaño.
Hay que ver lo que nos cunde este vicepresidente, que ciertamente es «social». Pero tal vez en el sentido de socializar.......Luis Ventoso
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