El confinamiento nos ha llevado a aplaudir con un frenesí capaz de convertirse en una reconfortante catarsis de cuerpo y alma cada vez que un uniformado se cruza en nuestras vidas»
Ayer me contó un amigo -por naturaleza escéptico y huidizo- que estando asomado a la ventana, mientras hablaba con unos vecinos, pasó un camión de la basura y todos ellos se lanzaron a aplaudir desconsoladamente a los operarios mientras giraban las sirenas de aquel vehículo que, sin duda, disfruta del calificativo de «imprescindible». La escena podría haber ocurrido en cualquier lugar y no quiero decir con esto que aquellos basureros de Palencia no fueran merecedores de vítores como también lo son los sanitarios, los trabajadores de los supermercados o nuestros agricultores y ganaderos.
El confinamiento nos ha llevado a aplaudir con un frenesí capaz de convertirse en una reconfortante catarsis de cuerpo y alma cada vez que un uniformado se cruza en nuestras vidas. No tengo más que palabras de loa a nuestros uniformados y vaya por delante mi respeto y admiración pero si una sociedad empieza a depositar su esencia exclusivamente en el estereotipo del caqui militar, el blanco médico o el verde del Mercadona es que estamos perdiendo el horizonte. Me da miedo pensar que tras los colores no hay nombres, ni diferencias, ni personas porque me suena a tiempos pretéritos de infausto recuerdo.
El encierro y la usurpación de las libertades al que estamos sometidos durante el confinamiento se ha traducido en algunos aplausos irreflexivos que peligrosamente se convierten en la antesala del reconocimiento a charlatanes, populistas y embaucadores que con el uniforme del discurso del miedo, ahora sí, son realmente peligrosos. No hace falta ponerse pedante y citar a Orwell o llenarse del miedo de Kavafis para saber que los bárbaros, los enemigos de la libertad, los eurófobos están a punto de salir del desconfinamiento y todos corremos el riesgo de confundir sus discursos con la dignidad de los uniformes de nuestros sanitarios o nuestros militares.
Si alguien está dispuesto a cerrar los ojos, abrir mucho los oídos y hacer caso a los cantos de sirenas que suenan en las omnipotentes redes sociales y algunos medios de comunicación tendríamos que pensar en los predicadores de los Monty Python en «La Vida de Brian» y reírnos, pero me temo que algunos sucumbirán a esos cantos de sirena igual que mi amigo, sin pensar, se puso a aplaudir al camión de la basura....David Fontela
No hay comentarios:
Publicar un comentario