Una sociedad y una prensa que no rechazasen la mentira estarían carcomidas
El doctor Simón, tal vez ofuscado por la fatiga, se negó la semana pasada a facilitar los nombres de los once miembros del comité de expertos que están decidiendo cómo discurren nuestras vidas. Su pretexto fue que es mejor que sus identidades permanezcan en secreto para que no sufran «presiones». El argumento es peregrino, pues si lo aplicásemos como norma general ocultaríamos los nombres de todos los cargos públicos. Pero además, lo que están haciendo Simón y el Gobierno es ilegal. La Ley General de Salud Pública, que sacó adelante el Gobierno de Zapatero a finales de 2011, zanja todo debate: «Será pública la composición de los comités o grupos que evalúen acciones o realicen recomendaciones de salud pública». La
Ley incluso obliga a que se revelen los procedimientos de selección de esos expertos y a que exista una declaración de intereses, por si su actividad privada resulta incompatible.
Mi opinión profesional es que las preguntas en las ruedas de prensa a Sánchez y sus ministros están siendo en general bastante flojas. En parte por el criterio nunca explicado de selección de los medios, muchos absolutamente ignotos, portales tipo -y estoy fabulando- lapescaenelpisuerga.com. Pero a veces hay informadores que hacen su trabajo, como la compañera que preguntó a bocajarro a Sánchez este sábado por qué no cumple con la ley y revela los nombres de los expertos. En una democracia normal, una cuestión así pone en un serio brete al presidente: o da una explicación, o de lo contrario tiene que asumir que su Gobierno está incumpliendo las normas a sabiendas. ¿Qué hizo Sánchez? Pues obviar la pregunta por completo y despejarla con una divagación de dos minutos sobre cómo se coordina con las comunidades. Al acabar, incluso tuvo la desenvoltura de añadir un «con esto creo que he contestado». No explicó la evidente ilegalidad. Se fue por los cerros de Úbeda, choteándose abiertamente de la periodista y la ciudadanía. ¿Y qué ha pasado? Nada. Ni se ha comentado.
En su alocución del sábado 28 de abril, Sánchez se jactó de que España era el octavo país en test según la OCDE, cuando era notorio que el día anterior ese organismo había revisado los datos del Gobierno por mezclar conceptos y había relegado a España al puesto 17. Sánchez también presumió de que éramos «quintos del mundo» en test según un estudio de la Universidad Johns Hopkins, centro de Baltimore referencia mundial en medicina. ABC se puso en contacto con la Johns Hopkins, que respondió al periódico que tal estudio no existe. «Tal vez se expresó mal, o atribuyó erróneamente la información», añadieron piadosamente. Este sábado un periodista extranjero preguntó a Sánchez por ese informe inexistente del que presume, pues la mentira ha dado la vuelta al mundo al hacerse eco también la CNN del bulo del Gobierno. «Los números están ahí», zanjó el presidente.
«Siempre con lo mismo». «Todos los políticos mienten». «¿No sabes hablar de otra cosa?». Son quejas de amigos y lectores por insistir en estos asuntos. Pero hacerlo es hoy un deber cívico. Una sociedad y una prensa que no rechazasen y denunciasen las mentiras de sus gobernantes estarían carcomidas moralmente. Y el problema en España es que la anestesia de la propaganda está empezando a lograrlo.....Luis Ventoso
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