No se fían de que el Gobierno español vaya a gastarse el dinero que reciba en restaurar la buena salud de España
«Lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible», dijo el torero con el estoicismo del que se gana la vida arriesgándola. Los políticos, en cambio, que se la ganan haciendo posible lo imposible, aunque para ello tengan que retorcer la realidad, nunca se dan por vencidos y buscan una salida incluso a los mismos abismos del infierno. Es la situación en que se encuentran los 27 líderes de la Unión Europea, más los altos funcionarios de la Comunidad, reunidos en Bruselas para impedir que ésta se resquebraje a consecuencias de catástrofes naturales, como la pandemia del Covid-19, errores de algunos de ellos y diferencias generalizadas. Escribo esta postal mientras se reúnen por tercer día consecutivo sin
encontrarle salida y un ambiente cada vez más pesimista. Las palabras de Angela Merkel antes de entrar: «Puede que esta vez no encontremos la solución», sonaban como campanas tañendo a muerte.
Se partía de unos objetivos ambiciosos: crear un Fondo de Recuperación de 750.000 millones de euros para permitir a los países con mayores dificultades salir a flote. 400.000 millones serían subvenciones a fondo perdido y 350.000 préstamos a devolver a largo plazo y bajísimo interés. Una ganga, de la que se beneficiarían especialmente Italia y España. Protestaron los «frugales», cinco países capitaneados por el holandés Rutte, que rechazaban las subvenciones, junto a un control preciso de los préstamos. Y en esas seguimos, aunque el belga que preside la Comisión, Charles Michel, ha intentando aproximar posiciones, rebajando la partida de subvenciones y premiando a los frugales con unos milloncejos. Pero las diferencias de fondo se mantienen: Rutte insiste en que se devuelva todo el dinero y que se controle de cerca, de forma que si un país miembro teme que no va a emplearse en el destino previsto, puede bloquearlo y abrir un debate sobre si continúa financiándose el proyecto. Algo a lo que se niega rotundamente Pedro Sánchez, alegando que sería tanto como dar derecho a veto a todos los estados miembros sobre los planes de los demás. Él quiere total libertad para gastar el dinero de los proyectos aprobados. Y eso es precisamente lo que está impidiendo llegar a un acuerdo.
Como ven, estamos en un caso de confianza. O, más exactamente, de desconfianza. Rutte, como los líderes de los países que no acaban de dar luz verde al primitivo Plan de Recuperación, no se fían de que el Gobierno español vaya a gastarse el dinero que reciba dentro del mismo en restaurar la buena salud de España y su economía. Más bien lo contrario: temen que lo utilice para deteriorarlas. Las dos sugerencias que ya han hecho, que se sanee el sistema de pensiones, con serias dificultades, y que se afiance la reforma laboral de Montoro, que quieren desmontar, son la mejor prueba de las sospechas que el tándem Sánchez-Iglesias despierta en el exterior. Visto como gastaron el dinero en mascarillas, no extraña.....José María Carrascal
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