No Al Olvido

lunes, 20 de julio de 2020

# La huida. Mark Rutte tiene razón..El primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, exige que las transferencias europeas hacia España tengan condiciones asociadas. Desde nuestro país se ha caricaturizado a Rutte como un villano: pero tiene toda la razón en sus exigencias..Vídeos 2..Juan Ramón Rallo ..!!!

Aquellos dirigentes políticos que huyen de las ciudades o hacen huir de ellas a su familia: la inmoralidad es eso
Puede -es lo más probable- que el urbanita que huye no haya leído a Kavafis. Puede -es bastante probable- que hasta confunda su nombre con el de un jugador de baloncesto. Pero, sépalo o no, su fuga repetida de todos los veranos repite el mismo fracaso que el poeta dejara caer en uno de los -pese a su trastrueque en tópico para uso y abuso- más bellos poemas del siglo veinte. Cuando Jesús Munárriz lo hizo editar en su maravillosa colección Hiperión de poesía, traducido por José María Álvarez, allá por los prehistóricos años setenta, todos quedamos estupefactos. Claro que, entonces, éramos tan jóvenes. Pero estupefactos. Luego, el tiempo trocó esos versos -como lo trueca todo- en tópico, en repetición,
 en calderilla que todo el mundo soba sin haber leído. Busco ahora, en estas vísperas de huida de un verano tan extraño, aquellos versos. Suenan más conmovedores -y, desde luego, más melancólicos- que nunca: «No hallarás otras tierras ni otros mares. / La ciudad irá contigo a donde vayas…». Huir es, puede, la pulsión más honda del animal humano. Y hasta el más puro moralista, Baruch de Spinoza, dictamina que ningún deshonor encierra: «En un hombre libre…, una huida a tiempo revela igual firmeza que la lucha; …el hombre libre elige la huida con la misma firmeza o presencia de ánimo que el combate». Pero…
Paso las tarde de este inicio de verano releyendo Los desnudos y los muertos. Hacía mucho que no volvía sobre la enorme novela de Norman Mailer. Recordaba la cruel desilusión que tiñe su retrato de la guerra del Pacífico. Cruel en lo moral, mucho más que en lo físico. La guerra no es, para Mailer, más que un hiperrealista decorado sobre el cual hacer jugar la dura condición humana. Todos sus protagonistas viven la feroz certeza de odiar lo que están haciendo; de querer estar en otro sitio, en otro sitio, donde sea, allá donde el horrible presente no los expropie de sentimientos, de sueños, de fabulaciones, si no bellas, al menos agradables. Pero la huida de los hombres bajo el mando del general Cummings está vetada. En esa mínima isla con forma de ocarina, sólo queda matar a todos los enemigos o ser matado por ellos. Y tengo la spinoziana certeza de que el anhelo de huir de aquel infierno es racional -y legítimo, por tanto- en todos. En todos, salvo en el general Cummings: el mando implica la prioridad de la propia muerte sobre la del más insignificante de los hombres a sus órdenes. Hijo de militar republicano que renunció a la huida y afrontó su condena a muerte, porque otra cosa hubiera sido insultar a sus soldados, sé que toda la ética militar se cifra en eso. Y que en eso debiera cifrarse la ética de esa variedad de guerra incruenta a la que Maquiavelo y Clausewitz llaman política.
Nadie se ofenda porque las gentes huyan de ciudades tomadas por un virus mortífero. Oféndanse -y, sobre todo, no perdonen- a aquellos dirigentes políticos que huyen de las ciudades o hacen huir de ellas a su familia: la inmoralidad es eso. No sólo Colau.....Gabriel Albiac

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