Hoy es muy común ver cómo las grandes corporaciones externalizan la salvaguarda de sus datos
Miércoles 15 de julio de 2020. A última hora de la jornada en Estados Unidos se produce un masivo acto de piratería informática. Los que lo perpetraron tomaron el control de las cuentas de Twitter de personalidades como el expresidente Barack Obama, el candidato presidencial Joe Biden o el empresario Elon Musk, la octava fortuna del mundo según Forbes. El tono de los mensajes que se envió desde sus cuentas era de lo más «positivo»: «Estoy devolviendo a la comunidad a consecuencia del Covid-19. Todos los bitcoins que se envíen a la cuenta que aparece a continuación serán devueltos duplicados. Si envían 1.000 dólares recibirán 2.000. Sólo durante treinta minutos». La credibilidad de los remitentes hizo que en apenas 40
minutos se recibieran 118.000 dólares. Huelga decir que los «donantes» perdieron su envío. No hay que llegar a la otra vida para ser castigado por el pecado de avaricia.
Lo grave de este caso es que Twitter no sea capaz de proteger ni las cuentas de esas personalidades, lo que quiere decir que no son capaces de proteger la nadie. O mejor dicho, las de nadie salvo Donald Trump. Porque él vivió un pirateo de su cuenta en 2017 cuando un empleado contrariado de Twitter se la bloqueó antes de dejar la compañía. Desde entonces se le proporcionan medidas de seguridad que sólo él tiene.
Lo grave de este incidente es lo que nos dice que puede ocurrir. Imaginemos que el día de las presidenciales por la tarde la cuenta de Joe Biden envía miles de correos a votantes negros de Michigan -parte fundamental de su base electoral- informándoles de que su colegio electoral ha cambiado de ubicación. Como ha dicho el representante demócrata Jim Himes, miembro del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, un incidente así podría provocar «un pleito que haría que el de Bush contra Gore pareciera un paseo en el parque» en referencia a la disputa de 2000 por los votos en Florida que llegó al Tribunal Supremo.
Los indicios que conocemos hasta ahora apuntan a que se pudo producir el acto de piratería porque se compró los servicios de empleados de alto rango de Twitter con privilegios de acceso reservados a los administradores. Twitter se bloqueó durante horas. Añadamos a este preocupante escenario que hoy en día es muy común ver cómo grandes corporaciones externalizan la salvaguarda de sus datos y los ponen en manos de compañías completamente ajenas. Eso va desde la huella digital de su empleados -con la que hoy en día accedemos a casi todo- hasta la gestión de las nóminas en la que aparecen todos tus datos relevantes.
Twitter es una herramienta de comunicación que tiene un enorme impacto en países como Estados Unidos donde el presidente tiene 83 millones de seguidores o el Reino Unido donde Boris Johnson tiene casi tres millones. En España Pablo Iglesias tiene dos millones y medio de seguidores. Y los problemas que se han dado en esta red pueden darse exactamente igual en Facebook, Instagram o tantas otras quizá menos populares. Habrá muchos jóvenes habituados a estos medios que no sepan que el 13 de marzo de 2004 el PSOE violó la ley convocando manifestaciones en la jornada de reflexión de las elecciones que se celebraban al día siguiente. Miles de personas se concentraron ante la sede del PP en Madrid llamando asesino al presidente del Gobierno y bajo el lema proclamado por Alfredo Pérez Rubalcaba -si levantara la cabeza...-. «Merecemos un Gobierno que no nos mienta». Aquella agitación tuvo una incuestionable influencia en las urnas del día siguiente con la derrota del PP y la victoria del PSOE de Zapatero. Y aquello se hizo simplemente mandando mensajes por SMS. Imagínense lo que se puede hacer hoy en día con las actuales plataformas de comunicación..Ramón Pérez-Maura
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