Extraño: todo ocurre al revés de lo que nos dijo
Dios me libre -uy, perdón por el desliz tardofranquista, quiero decir que el Big Bang me libre- de dudar de la valía y visión de nuestro líder, el providencial presidente Sánchez. Como ciudadano bien macerado en el credo imperante doy por bueno todo lo que anticipan la cadena pública (TVpsoE), la tele al rojo vivo, el CIS que nunca acierta de Tezanos y los medios, tertulianos y chiringuitos web del oficialismo en boga. Confiado en el probado ojo clínico de nuestro «progresismo», confieso que me tragué a pies juntillas todo el catálogo de éxitos que al parecer eran pan comido:
El 20 de junio, España inauguraba con máxima trompetería gubernamental lo que bautizaron como la «Nueva Normalidad» (que por lo
que vamos viendo consistía en que ya es normal que haya tantos brotes como en mayo). Sánchez, exultante, pregonó entonces que el coronavirus había sido «derrotado», gracias a la excepcional gestión del flemático filósofo Illa, la clarividencia científica del doctor Simón (que a finales de febrero todavía no percibía riesgo de un contagio general); y, por supuesto, merced a las 17 emisiones de «Alo Presidente» que nos endilgaron en el encierro.
Leal siempre al «progresismo», también di por bueno que en Europa existía un auténtico clamor para que Nadia Calviño, a la que yo en mi ignorancia supina tenía tan solo por una correcta tecnócrata, fuese elevada a presidenta del Eurogrupo. Incluso me coló aquel esotérico globo sonda monclovita de que la OMC suspiraba por tener como directora a la muy gris ministra Laya.
Por supuesto, cuando el 19 de marzo nuestro vicepresidente social, el de la tarjeta chamuscada de Dina, ofreció una heroica rueda de prensa anunciando que él se hacía cargo de la crisis de las residencias, di por descontado que el drama quedaba solucionado, pues iba a afrontarlo el mismísimo padre putativo del «escudo social».
Por último, jamás dudé de lo que nos decía Sánchez sobre la ayuda europea: la UE regaría España con un maná de miles y miles de millones y sin pedir nada a cambio. Regalados sin condiciones, porque a los ahorradores del Norte les encantan los gobiernos manirrotos y con ministros comunistas que quieren costear con fondos europeos el gasto corriente del Estado. Pues sabido es que intentar cuadrar las cuentas es «austericida, antisocial y de ultraderecha».
Por eso llevo una semana boquiabierto. El virus había sido oficialmente derrotado... pero tenemos rebrotes en todas las provincias menos en cuatro, quince comunidades han implantado la mascarilla obligatoria y vamos a ritmo de más de 500 contagios al día. En cuanto a la gloriosa intervención del vicepresidente social en las residencias de ancianos, nunca más se supo. A Calviño no la quisieron en la UE y con lo de Laya, se troncharon en la OMC. Sobre el maná que nos iba a regalar Europa porque Sánchez es alto, guapo, ecologista, feminista y progresista, ahora resulta que nos marcan condiciones y nos exigen reformas y rigor contable. Lo normal. En fin, que esta noche me voy a arrear una buena panzada de tele al rojo vivo, a ver si recupero la fe.....Luis Ventoso
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