En nuestro país hay tan pocas cosas prohibidas que hasta los que quieren prohibir España lo tienen más fácil que los que tratamos de preservarla
Los «cien años de cárcel» de la propaganda independentista han acabado siendo un fin de semana largo. La tan agitada «España represiva» ha sido una pulserita de hotel caribeño, todo incluido. Sale barato dar un golpe al Estado. Se alegrarán los que lo dieron y sobre todo los que estén pensando en darlo de nuevo. «Lo volveremos a hacer». Me extraña que a tres años el fracaso, no se propaguen las intentonas como la pandemia. En nuestro país hay tan pocas cosas prohibidas que hasta los que quieren prohibir España lo tienen más fácil que los que tratamos de preservarla. Y además nos llaman fascistas. ¿No es extraordinario?
Un Estado es una responsabilidad colectiva. La primera vez -que no fue
la primera, pero bueno- tiene un pase que nos pillara por sorpresa, que no supiéramos exactamente qué hacer, que no supiéramos calcular el alcance de una respuesta más dura. Hasta puede entenderse que no detectáramos la farsa, porque fue tan grotesco, y tan insensato, que hasta para uno que como yo les conoce mejor que nadie era difícil de imaginar.
Pero si una vez visto el juego nos comportamos como si no nos hubiéramos dado cuenta, sin en lugar de límites ponemos alfombras rojas y preferimos pactar con los que quieren eliminarnos, en lugar de salir a derrotarlos, para defender con nuestra victoria la libertad y la democracia, luego no podremos quejarnos de las consecuencias directas que nuestra pasividad y nuestra irresponsabilidad conlleven.
El referendo fue ilegal pero a Sánchez, a Puigdemont y a Iglesias les votamos. Podemos discrepar, criticarles y poner el grito en el Cielo. Pero no son más que nuestro fiel reflejo. Los condenados por sedición van a salir de la cárcel como quien sale de una sesión de peluquería que se ha hecho un poco larga y es España quien va a sacarles de la cárcel -Torra no se atrevió pese a tener las llaves-. Es España quien rebaja el precio de su dignidad, de su legalidad, de su supervivencia, a 3 años el intento finiquitarla. Hasta el gorgonzola va más caro.
Y aunque con esta banda hemos tenido suerte, porque son incapaces, incultos, provincianos y unos cobardes, si insistimos en esta tarifa tan baja, tan insultante, bastará la mitad de un hombre para que llegue y la pague, y se nos mueran entonces los artículos en el primer párrafo, como siempre que tratamos de escribir para evitar cosas que ya han pasado...Salvador Sostres
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