PP y Cs avisan al Gobierno de que no puede dar su apoyo por sentado mientras ERC y PNV le lanzan un órdago al rechazar una nueva prórroga
El presidente tilda de «gravísima» la situación de la economía española y defiende la apertura por la necesidad de «volver a poner al país en marcha»
Algo tan simple como la comunicación se ha convertido en una amenaza para la renovación del estado de alarma. O mejor dicho, la falta de ella. La elaboración del plan de desconfinamiento de manera unilateral y su imposición posterior sin consenso, debate o al menos comunicación previa a los líderes que están dando apoyo al Ejecutivo ha roto el tablero de juego.
Grupos tan distintos como el PP, PNV, Ciudadanos (Cs) o ERC marcaron ayer distancia con el Gobierno e incluso le lanzaron órdagos irritados porque el martes conocieron el cronograma de desescalada por la prensa, pero también para distanciarse de un plan que encuentran lleno de sinsentidos.
Negociar condiciones
La primera advertencia llegó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, poco
después de las diez de la mañana en la sesión de control del Congreso. Allí, el líder del PP, Pablo Casado, le acusó de mentir al «decir que quiere pactar de corazón con una oposición que se entera por televisión del plan de desescalada». El dirigente popular continuó poniendo en duda que el desconfinamiento sea seguro dado que el Gobierno no va a realizar test masivos como recomienda la Organización Mundial de la Salud para evitar un rebrote. «¿Nos puede decir cómo va a garantizar la desescalada si no sabemos cuántos asintomáticos se van a tomar el vermú?», espetó. «Puede seguir haciendo el ridículo, pero no nos pida que lo hagamos con usted», cerró su intervención. Una clara advertencia de que Sánchez no puede dar por descontado su apoyo a la próxima prórroga del estado de alarma: si quiere los votos del PP tendrá que negociar.
No había pasado ni media hora cuando el jefe del Ejecutivo recibía el segundo aldabonazo de la jornada. Esta vez del portavoz de Cs, Edmundo Bal. «Nos anuncia un plan de desconfinamiento unilateral, sin ningún tipo de consenso. ¿No hubiera sido mejor primero escuchar y luego anunciar? Hoy usted no está dando la talla», le reprochó, recordando las lagunas e incoherencias que presenta el plan. Entre ellas, el complicado marco que presenta para los autónomos o la apertura de bares mientras no se puede visitar a familiares. «Hace falta un plan de desconfinamiento, pero seguro y serio, y este no lo es», advirtió. Por la tarde, la presidenta del partido, Inés Arrimadas, reiteró el aviso en Onda Cero: «No se ha consensuado con nadie. Fui la primera que tendió la mano y seguimos enterándonos de las medidas por la televisión».
Pero Sánchez, lejos de captar el sentido de las críticas que se suceden desde el martes, pidió a Casado que abandonara su «actitud intransigente para sumar con el Gobierno». Y ello pese a que el PP ha apoyado las tres prórrogas del estado de alarma. En cuanto a Bal, el líder socialista le recomendó que hiciera autocrítica echándole en cara algunas de las decisiones adoptadas por los Gobiernos de Madrid y Murcia.
El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, terminó de confirmar la sordera del Gobierno al erigirse como aleccionador del PP en constitucionalismo. «Aléjese usted de Vox y vuelva a la Constitución, señor García Egea», espetó en su cara a cara con el secretario general del PP, en el que volvió a exhibir un «tono pausado». «Hubo un Pablo Iglesias que fundó el PSOE y habrá otro que lo destruya y arruine España», respondió Egea, recordando cómo Iglesias llamaba al escrache y a rodear el Congreso desde la oposición.
También los socios
Tras admitir por primera vez que la situación económica y social de España es «gravísima», Sánchez justificó el desconfinamiento en la necesidad de «volver a poner al país en marcha» mientras se protege «la salud de los ciudadanos».
El reloj del Salón de Plenos no había cambiado de hora cuando llegaba la tercera advertencia. En esta ocasión, de un socio de investidura como ERC. «Son ya 47 días sin diálogo, sin consensuar, sin coordinación, enterándonos de las cosas por las ruedas de prensa», cargó el portavoz republicano, Gabriel Rufián, contra la vicepresidenta Teresa Ribera. «¿Cuánto le importa la legislatura?», inquirió el independentista, advirtiendo de que el Ejecutivo socialista debe reflexionar y enmendar el rumbo si quiere conservar «el espíritu de los 180 diputados de la moción de censura». Rufián remató su intervención pidiendo el fin del estado de alarma, lo que anticipa su rechazo a la siguiente prórroga –hasta ahora se ha abstenido–. Ribera le contestó con promesas titubeantes de respeto al marco autonómico y próximo diálogo, pero sin concreción.
En plena digestión de esta lluvia de avisos, por la tarde, llegó el último golpe desde Vitoria. El lendakari, Iñigo Urkullu, decía «no» a la prórroga del estado de alarma y también al «mando único» de Sánchez. El político vasco, que exterioriza su malestar por la actuación del Gobierno central desde hace días, exigía el fin de esta situación de excepción que Sánchez pretende alargar dos semanas más. Un órdago que lanza en dirección a Moncloa después de que el plan de desescalada terminara de irritar a un PNV que aprecia en las decisiones de Madrid un «proceso centralizador», informa Adrián Mateos....
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