Si no por otra cosa, este Gobierno merecería un voto de censura por su incapacidad de gestión
Ni en mis pesadillas pude imaginar que España podría tener un presidente de Gobierno peor que José Luis Rodríguez Zapatero. Pero está visto que Pedro Sánchez va a superarlo, negativamente, claro. Sus primeros cien días de mandato -si mandato puede llamarse a lo que ha hecho- han sido tropezar en todas las piedras y romperse las narices en todas las esquinas. Incluso las cosas que empezaron bien le han salido mal, y, como siga así, pronto tendrá la fama de gafado. Ya la formación de Gobierno produjo tanta sorpresa como recelos, pues fue a aliarse nada menos que con el que había dicho que le quitaba el sueño verlo en el Gobierno. El resto del gabinete es un conglomerado heterogéneo
de mujeres y hombres de muy diversa procedencia, algunos conocidos en su campo, pero ninguno que pudiera decirse brillara en la alta política, donde iban a manejarse. Había diferencias entre ellos, aunque la mayor era entre Sánchez e Iglesias, que no perdió un segundo en imponer su impronta en el Gobierno, sin que Sánchez opusiera resistencia, lo que no auguraba nada bueno.
Pero la prueba de fuego llegó con un inesperado desconocido: un coronavirus de tan mala leche como instinto asesino. Aunque nacido en China, pronto lo tuvimos en Europa, en España concretamente en febrero, y aunque teníamos el precedente de Italia, donde estaba haciendo estragos, no se le consideró un peligro mayor, como indica que se autorizaran numerosas y masivas manifestaciones feministas el 8 de marzo. Fue el primer y mayor error del Gobierno, que desde entonces no ha hecho más que intentar detener la pandemia, dar bandazos y justificarse, sin acertar en ningún caso. Compró mascarillas tan caras como ineficaces, que han causado centenares de bajas entre el personal sanitario. Con los test ha ocurrido algo parecido, al ser su validez ínfima. Si no por otra cosa, este Gobierno merecería un voto de censura por su incapacidad de gestión. Las cifras de muertos han terminado siendo un acertijo y tuvo que cambiar en cuestión de horas los permisos para que los niños pudieran pasear en compañía de un adulto. Pero el intento de restringir las críticas ciudadanas supera la pifia para convertirse en atentado a la democracia. Y siempre creeré antes a un militar, sea general o cabo, cuando dice que «la lucha contra la desinformación va encaminada a minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis del gobierno» que todos los mentís gubernamentales por conocer lo que significa «la obediencia debida» en el Ejército: las órdenes de un superior se cumplen, no se discuten. Lo malo es cuando ese superior, civil, intenta ocultarlo. Me quedan dos líneas para su intento de camuflarlo con el billón y medio de euros que Bruselas dedicará a la paliar la crisis. No se dejen engañar: no es el Plan Marshall, ni los eurobonos, ni siquiera la «deuda perpetua» que pidió Sánchez. Es deuda a largo plazo, que habrá que devolver. Si podemos. Habrá tiempo de hablar sobre ello......José María Carrascal
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