Las compañías se han visto abocadas a adquirir los test de detección a escondidas y en un mercado extremadamente competitivo por la falta de garantías y eficacia de Sánchez
Han pasado ya casi cincuenta días con España en estado de alarma, y cuarenta desde que Pedro Sánchez se comprometió públicamente a realizar test masivos de detección del coronavirus. Pero todo ha sido una mentira compulsiva. Muchos otros países como Alemania, Corea, Portugal y Grecia lo hicieron mejor porque diseñaron a tiempo un mapa solvente de contagio. Sánchez es el promotor de un engaño masivo diseñado a conciencia, y ni siquiera explica por qué España sigue siendo uno de los primeros países del mundo en fallecidos por millón de habitantes, o por qué hay casi 35.000 sanitarios contagiados. España sigue sin hacer 100.000 test a la semana; sigue recurriendo a empresas turbias para la contratación millonaria de pruebas inservibles; y sigue sin saber, dos meses después, quién está realmente contagiado y quién no. Mientras eso no ocurra, cualquier «desescalada» improvisada será un peligro. En este contexto, ABC publica hoy que muchas grandes empresas de este país tienen que dedicar recursos propios para la adquisición de test efectivos con el objetivo de proteger a sus plantillas, ya que el Gobierno no lo hace. Sánchez siempre va un paso por detrás de todo, y muchas empresas con miles de trabajadores a su cargo han tenido que adelantarse a los acontecimientos por su cuenta para garantizar su propia supervivencia.
Más aún, esas compañías se han visto abocadas a adquirir los test de detección a escondidas y en un mercado extremadamente competitivo por la falta de garantías y eficacia de Sánchez. Incluso, han tenido que diseñar sus propias medidas de protección de modo cuasi-clandestino por el miedo al afán intervencionista de este Gobierno. Ya se han conocido varios casos en los que el Ejecutivo ha requisado material sanitario a empresas privadas que solo cumplían con su deber de velar por la salud de sus trabajadores y de sus familias. Se trata de que la «desescalada» sea exitosa y de que las empresas que configuran buena parte del PIB puedan regresar a la normalidad con la suficiente tranquilidad. Desde luego, si esas empresas dependieran de las medidas que adopta Sánchez, probablemente acabarían en quiebra. Lo incomprensible es que La Moncloa no se apoye en la empresa privada precisamente para poder diseñar con más exactitud ese mapa de contagio realista y eficaz que todos necesitamos.
Pero Sánchez nunca ha sido fiable y ha hecho de la mentira su manera de entender la política. Por eso, el empresariado no se fía de él, ni del modelo social-comunista que ha implantado. Al Gobierno no le preocupa la reactivación económica de España, sino imponer su «verdad» orwelliana y un nuevo modelo de poder autoritario patrocinado por Pablo Iglesias. Vivimos bajo el síndrome de una mentira, y cuanto más tiempo sigamos sometiéndonos a él, antes perderemos la democracia....
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