Los sueños, sobre todo si son despiertos
en medio del insomnio, suelen distorsionar
la realidad, cuando no dibujan espejismos o
monstruos. Hay quien soñó a jugar a
«El ala oeste de la Casa Blanca», como otros
pretenden disfrazarse de Ben Bradlee en
pleno Watergate. Nuestra cotidianidad suele
ser más prosaica que la arrebatada pulsión
de alguno tras ver una película o una serie.
Gobernar era esto: hacer frente a las calamidades.
No volar en el Falcon al concierto de The Killers,
ni en el helicóptero a la boda del cuñado, o
cambiar colchones y alfombras en La Moncloa.
Gobernar es comprometerse con la ciudadanía, contar
la verdad y buscar soluciones. Tan solo con
sentido común y sentido de la frugalidad
les hubiese ido bastante mejor a las dos
cabezas tractoras del Ejecutivo que ahora
padece la sociedad española. Gobernar era esto
nadar contra corriente y no ahogarse. Por ejemplo,
negar el permiso de la manifestación del 8-M,
dotar a los sanitarios de material de protección
seguro y suficiente o haberse preocupado por
las residencias de ancianos.
Menos ruedas de prensa y más acción.
¿Cuántos muertos menos tendríamos? Bieito Rubido
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