El asalto, la llegada y la permanencia de Pedro Sánchez en La Moncloa parece una estrategia perfectamente planificada por un druida, desde los socios de la censura a los decretos de los viernes, pasando por los indultos, el relator y el sinfín de llamadas a Otegui. Pero Rajoy, hace un año, no valoró la capacidad de ese druida. Y aquel fue su error. Luego vino la traición del PNV, el congreso fraticida del PP, la descomposición de Podemos y la explosión de Vox.
Y se cumplió a rajatabla el plan del druida.
Tenía razón Mariano Rajoy, en su presentación en campaña, cuando dijo: «Me gustaría a mí ver a alguno de los parlanchines que andan por ahí prometiendo el oro y el moro gobernando».
Insisto. Después de visto, todo el mundo es listo. Pero ya por entonces, Rajoy se enfrentó a tres posibilidades:
-Aguantar hasta la moción de censura. Confiando en el PNV.
-Dar un paso hacia un lado y que siguiera la vicepresidenta del Gobierno.
-O convocar elecciones con un PSOE sumido en el peor resultado de su historia.
Y eligió la peor opción. Aguantó, esperó y el PNV le traicionó al amanecer. Y así hasta que llegó el druida que se aprendió la ley electoral, que sabe que el votante no tiene ni idea de la ley D’Hondt y que vaticinó la división de los contrarios a izquierda y derecha.
PD: Estoy convencido, sinceramente, del apoyo absoluto que Mariano Rajoy y José María Aznar prestan a Pablo Casado. Por eso, si quisieran dar la campanada, si quisieran impactar de verdad, deberían hacer lo imposible, hacer de tripas corazón y aparecer juntos, con Pablo Casado. Si no lo hacen, por mucho que escenifiquen por separado, seguirán representando la ruptura del PP. Una quiebra de la que se aprovechan otros....Ángel Exposito.
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