A Sánchez le importa la independencia de Cataluña tanto como la unidad de España, un carajo
Dice el Gobierno de España, por boca de la ministra de Política Territorial y Función Pública, Meritxell Batet, que no es posible imponer las leyes a minorías que las rechazan. «Imponer el marco constitucional a quienes lo rechazan no es la solución». Ella no se refiere, aunque pudiera parecerlo, a que no puede imponerse la ley a una manada de violadores, no. Ni a una banda de asaltantes de bancos. A esos, sí. Batet también es partidaria de imponerles la ley a miles de familias que quieren que sus hijos estudien en español en España, también en una región como Cataluña. De obligarles a acatar la ley aunque sea tan injusta como el rodillo antiespañol en la educación y la administración en Cataluña. A esos sí quiere imponerles Batet la ley con todos sus mecanismos de coacción, desde las multas a la cárcel. Con la amenaza y el ejercicio efectivo de la fuerza.
Y es que cuando exime de la obligación de cumplir la ley a una minoría, la ministra socialista se refiere solo a su minoría favorita. Que son los cientos de miles de catalanes, convencidos por décadas de educación falsaria y absurda, de que ellos tienen derecho a violar las leyes españolas. Lo malo no es que haya un millón o dos de engañados que crean que ellos pueden delinquir porque lo valen. Aunque fueran tres millones los andaluces o castellanos convencidos por la propaganda de que ellos no tienen que pagar impuestos o pueden montar asociaciones para la práctica colectiva de la pederastia o el sacrificio de menores a algún dios que se inventaran, el Gobierno español tardaría poco en demostrar lo fácil y concluyentemente que un Estado moderno puede imponer la ley. Cuando tiene lealtad al Estado, respeto a las leyes y voluntad política para defender Estado y leyes.
Lo malo es cuando la voluntad política es la contraria. Y se quiere debilitar al Estado y minar las leyes porque se pretende favorecer a los enemigos del Estado como aliados convenientes. Lo malo es que el Gobierno lo dirija un Pedro Sánchez, notorio falsario además de plagiador probado, carente de lealtad que no sea al medro. Él no es como Batet, enemigo de toda ley que proteja la unidad de España y bloquee el proceso separatista que los socialistas catalanes ya tienen organizado. A Sánchez le importa la independencia de Cataluña tanto como la unidad de España, un carajo. Participa en esta felonía como la traicionaría si eso le garantizara mejor conservar ese poder que una constelación maldita puso en sus manos. Sánchez no respeta nada y a nadie más allá de su poder y arbitrariedad. Por mantenerlos será capaz de hacer daño a todos. El 28A los españoles tienen una oportunidad de arrebatarle a Sánchez el poder de hacerles el mal. De hacerles el bien es incapaz. Si la desaprovechan puede que pase mucho tiempo antes de que renazca la esperanza de poder vivir en España bajo ese imperio de la ley que tan frívolamente nos dejamos arrebatar...Hermann Tertsch
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