La misma noche del debate electoral, Vox celebró en la localidad madrileña de Las Rozas un mitin con sus cuatro jinetes: Abascal, Ortega Smith, Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio
Entre Núremberg (por el orden), Woodstock (por las ganas de jarana) y el festival de Benidorm (por la lista de éxitos). Y un gentío que para qué. A las siete y media, los alrededores de la plaza de toros de Las Rozas estaban a reventar y el coso casi lleno. Se oye «Resistiré» y las banderas se agitan (hay una de España en cada sitio y un animador que incita a moverlas). Hay tipos que parecen sacados de «Peaky Blinders» y modernas como de «Galáctica». Con capa. Y alguno con gorra de mayoral. Pero la mayoría es de lo más normal. Gente pija y no pija. Jóvenes y mayores. Hombres y mujeres. Más que la España viva parece la España normal. O «the new normal».
Suena «Banderita» (lástima, no por Marujita Díaz) y «Libre» (la gente baila por Nino Bravo). Ponen en la pantalla a Echenique, a Ferreras, se oye «Vox es de extrema derecha». Se pita. Pero sale Pedro Sánchez y el abucheo es ensordecedor. Y cuando la imagen es de Abascal, los gritos son de «Presidente, presidente». Y suena «El novio de la muerte». Muchos se la saben. Por entonces, la España viva empieza a ser la España helada. Ni con diez fachalecos se quita el frío. Como sigue habiendo gente fuera, retrasan un poco. Y mientras, se canta «Que viva España». El personal corea el estribillo. Luego ya la música decrece en simbolismo. «Nada de eso fue un error» (el «oh, oh» es para la gente). Suena Taburete. Son ellos los que tendrían que haber hablado en Colón.
A las 20.27 se ve por la puerta de toriles a Kiko Monasterio, todavía con Manolo Escobar. A las ocho y media, con media hora de retraso, aparecen los cuatro morlacos, los cuatro jinetes del Apocalipsis: Santiago Abascal, Javier Ortega Smith, Rocío Monasterio e Iván Espinosa de los Monteros, que con esa barba parece recién llegado de las Cruzadas. Abascal es mas conquistador del Nuevo Mundo, aunque no siempre lleve morrión.
Espinosa dice progre con tanta fuerza que la ge y la erre se te clavan en el cerebro. «Vi a un tipo que parecía normal. Pero no, era progggrrre». «Se acabó el chollo progggrrrre». «Lo que vamos a disfrutar el domingo con los proggggrrrres». Todavía me resuena en la cabeza. «Progrrre, progrrre, proggrrre». Empieza con las historietas. «Si entran en vuestra casa unos quinquis, ¿quién querríais que os defendiera? ¿Casado, Rivera o Abascal?». La respuesta es obvia entre el auditorio. «Y si para proteger vuestra casa queréis a Abascal, ¿a quien vais a querer para proteger España? Me dicen que se me olvidan Pedro y Pablo. ¡Esos son los atracadores!». Espinosa es un cruzado del club de la comedia. «¡Vox es la tormenta! ¡Viva España!». Con eso acaba.
Antes había hablado su mujer y candidata a la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio. «Buenas noches, españoles». Y saludó a los medios progres, aunque ella lo pronuncia con más suavidad. Pero, vaya, habla con esa suavidad severa de una mandamás de la Sección Femenina en los años 60. «Vox es el partido de los valientes». «Les queda muy poco para que tengan que ver nuestras caras en el Congreso». Y lo mejor, cuando habló de las «sabandijas borrokas» que les pincharon las ruedas en Navarra. Pero eso les permitió hablar con la Guardia Civil, cosa que disfrutan mucho. Varias veces recordó los 100.000 niños que no nacen. Con aplauso. Y de ideología de género. Y de «la ciénaga en la que está sumergido el PP». Y de que «Sánchez es una marioneta de los enemigos de España». O de que no pueden fiar España al portavoz de Rajoy. Y que «Puigdemont a prisión», cosa que ella misma coreaba tímidamente (eso lo tiene que ensayar más) junto al público. Cuando empezó Ortega Smith, que actuó después de Iván Espinosa de los Monteros, la gente gritaba «Puigdemont a prisión». Y él: «Y sabe que va a ir». Su frase inicial: «Bienvenidos a la reconquista desde Las Rozas en Madrid».
21.15. Es el turno de Santiago Abascal, que saluda a las 5.000 personas presentes y a las que están fuera. «El triunfo de hoy es que esta plaza está llena de sentido común mientras el plató de Antena 3 está lleno de lugares comunes». Recordó que lo que estaban viviendo era un momento histórico, un movimiento cultural. «Los sentimientos son buenos. Se nos estaba haciendo sentir mal por mostrar amor a la patria, por los sentimientos religiosos… Como si lo que decimos fuera antiguo. Es eterno. Son los valores que nos han enseñado en nuestras casas». Siguió con la manipulación que están sufriendo, la demonización y la violencia. «Somos el partido más perseguido y acosado». Y empezó con la retahíla de separatistas, etarras, feminazis o animalistas. Continuó con la Junta Electoral porque no sólo los excluye del debate sino que no les protege de los ataques en las calles dando órdenes a las delegaciones del Gobierno. Sube mucho el tono.
Sigue con el debate. El del lunes. «¿De qué se ríen si ni siquiera se llevan bien?». «Eso no es un debate, es un consenso». Los llama los cuatro jinetes del Apocalipsis. No sé, entonces a ellos quizá, por el caballo, les venga mejor Curro Jiménez, El Algarrobo, El Estudiante y El Gitano. Tiene para la Junta electoral, para los cuatro jinetes del Apocalipsis, para Feijóo, para el nuevo Estatuto de Murcia y para Sánchez en particular. «Dijo que en España hay una ultraderecha terrible. Además de fachas y borrachos. Eso sois vosotros». Continúa con las manadas, con el efecto llamada, con el Holocausto nazi (que qué lo van a negar). Y ataca a los amigos del hacha y la serpiente y la hoz y el martillo. «Que Sánchez no nos dé ninguna lección, que lo hemos visto puño en alto cantando La Internacional». Y me acordé de ese viejo comunista que le dijo a un periodista: «Te he visto entrar en El Corte Inglés». Con una retórica de guerra, Abascal acabó recordando a Isabel la Católica y Blas de Lezo, referencias que la gente agradece mucho. Al final, como en cada mitin, se escucha el himno de España. Y una sale de allí con ganas de tomar Granada. O una sopa...
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