No me refiero a las mareas de Podemos, que hace tiempo se retiraron, hartas del liderato estalinista de Pablo Iglesias, aunque también pudo influir su mudanza a una urbanización de lujo. Me refiero a la de la política general española, sobre la que Pedro Sánchez volaba señorialmente, con viento de cola, cada vez con más ventaja sin apenas mover un dedo. Y, de repente, empiezan a torcérsele las cosas, nada de lo previsto, le sale. A la Junta Electoral Central se le ocurre prohibir el debate a cinco donde Abascal iba a machacar a Casado y Rivera, él como espectador, abriéndole la oportunidad de que ni siquiera necesitase el apoyo de los nacionalistas -su mayor dolor de cabeza- para gobernar, bastándole el de Podemos. E incluso en solitario, aunque eso era mucho soñar. Y, de repente, la Junta se pone estrecha y le obliga a batirse a pecho descubierto con los fachas, que seguro llegan con el cuchillo entre los dientes, tan apurados andan. Además, no en Atresmedia, sino en TVE, donde están que trinan con él por no haberles concedido el debate. Por si fuera poco, esos bestias de batasunos resucitan ETA, cuando estaba enterrada para siempre. ¡Cómo si no tuviera bastante con Puigdemont y Torra! Justo al entrar en la última semana, la definitiva. ¿Qué diablos pasa? ¿Cómo voy a convencer a los indecisos, que siguen siendo un montón? Calma, serenidad, no ponerse nervioso, seguir el plan trazado: el tema social, las mujeres, los jóvenes, los jubilados, el medio ambiente. El autonómico ni mentarlo. Pero ¿qué hago con el indulto a los procesados, que seguro sacarán? Porque no puedo quedarme callado, como hizo la Montero, ésa es la peor contestación. ¿Bastará decir que no habrá referéndum ni independencia? Aunque tengo que andarme con cuidado, pues puedo necesitarlos. ¿Tal vez otro debate con Vox en la privada? Tengo que hablar con Redondo.
Estas deben de ser las dudas que cruzan por el cerebro de Sánchez, el equilibrista sobre el alambre, el hombre de las mil caras, que vive a salto de mata. Pero lo que le ha pasado es lo más sencillo del mundo: como un habilidoso conocedor de todas las tretas, confía en su suerte hasta el punto de hacerle temerario y termina haciéndose trampas a sí mismo. Cuando la suerte viene en rachas, viene y se va, según una ley aún no descubierta, (¿Es tal vez una variante de la fuerza de gravedad que mantiene el equilibro del universo?) El cambio pudo llegar en el debate del jueves, donde las representantes del PP y Cs, en vez de pelearse entre ellas como esperaba, cargaron contra las de PSOE y Podemos, vapuleándolas. Encima, el vasco y el catalán, a lo suyo, como siempre, No puede uno fiarse de ellos. Ni de nadie. El propio Iglesias buscará marcar diferencias, para no seguir desangrándose. Él, Sánchez, que dominaba el entero panorama político español, empieza a estar solo. Van a ser días de infarto. Con lo único seguro de que no hay nada seguro. Lo que significa que cada voto cuenta, incluidos los no depositados...José María Carrascal
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