Para desgracia de Sánchez, Iceta y Pablo Iglesias han venido en auxilio de la Oposición
Por alguna extraña razón, que tal vez tenga que ver con esa ciencia oscura de la medición de los tiempos de la que tanto presumen algunos políticos, la Oposición se resiste a golpear al Gobierno en su punto débil. Sánchez se protege de la cuestión catalana como lo hace un púgil en apuros de los ganchos al hígado. Ambos, Sánchez y el boxeador imaginario, saben que si el castigo del adversario se ceba donde más duele el combate puede acabar en tragedia. Durante la presentación del programa electoral socialista, un silencio atronador orilló el principal problema de España. Hete aquí –oh, sorpresa– que el partido que aspira a seguir en el Gobierno no tiene nada que decir a propósito del mayor desafío al que tendrá que enfrentarse si las urnas le dan su confianza. Pocas cosas hay más elocuentes que las omisiones clamorosas.
Consciente de que el debate preelectoral no está donde debe, Aznar se esforzó hace diez días en subsanar la anomalía. Denunció como un hecho cierto, ya consumado, el pacto de Sánchez con los independentistas catalanes para facilitar el referéndum que acabará –según dijo– con la España constitucional que conocemos. Pero ni por esas. El PSOE ni siquiera se tomó la molestia de desmentirlo para no tener que mentar la bicha. El PP, a lo suyo, siguió tocando el trombón en esa alocada gira de mítines itinerantes que mueve a Pablo Casado de un lugar a otro como pollo sin cabeza. Su ambicioso propósito de ir a todas partes a hablar de lo que sea le impide centrar el tiro –o el golpe– donde más le conviene.
Vox, mientras tanto, surca el cielo de la campaña en un prodigioso ejercicio de vuelo sin motor. La corriente de aire le ha dado altura suficiente, al menos en las encuestas, para que Abascal se permita el lujo de dejarse llevar por la presión atmosférica sin abrir la boca. Parece haber llegado a la conclusión de que la locuacidad solo puede costarle votos. El tipo que va de valiente no se atreve a decir ni mu, no vaya a ser que los votantes que han decidido apostar por él, después de apostatar del PP, se lleven un chasco. A Ciudadanos, por último, parece que se lo esté tragando un pantano de arenas movedizas. El eco de su voz llega cada vez más débil.
Para desgracia de Sánchez, Iceta y Pablo Iglesias han venido en auxilio de la Oposición. El líder del PSC ha sido muy claro: si una mayoría cualificada de catalanes reclama la independencia, la democracia española está obligada a facilitarla. El socialismo catalán abre otra vez la caja de Pandora del derecho de autodeterminación y coloca en el centro de la pista la sombra del referéndum que tantos disgustos le dio a Susana Díaz en las elecciones andaluzas. Inmediatamente después, el caudillo podemita se suma a la puja y defiende la necesidad de celebrarlo cuanto antes. La cara del Gobierno muda de color. Calvo, Borrell, Batet, Ábalos y Celaa salen disparados a extinguir el fuego antes de que llegue a incendio.
El hecho de que cinco miembros del Gobierno se hayan movilizado con tanta presteza para espantar de raíz la ensoñación independentista demuestra lo mucho que les asusta que se llegue a convertir en el eje de la campaña. ¿Pero están a tiempo de evitarlo? Depende de dos factores. Si Iglesias carga la bodega del futuro Gobierno de coalición PSOE-Podemos de compromisos programáticos condescendientes con las demandas separatistas, no. Y si se diluye la amenaza de ver a Vox en el triunvirato del poder, tampoco. Fue el temor a la irrupción de la extrema derecha la que llevó a muchos socialistas a taparse la nariz y a apostar por Sánchez a pesar de sus requiebros a Torra. Pincho de tortilla y caña a que si ese miedo se evapora, el hedor de la complicidad sanchista con los líderes del procés hace que el tamaño de la abstención crezca como la espuma. A veces, el triunfalismo en las encuestas lo carga el diablo....Luis Herrero
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