Iglesias .Un día, sin saber muy bien cómo, te despiertas y has pasado de moda.
La arrogancia de la juventud y el hálito de presunta modernez tienen siempre una fecha de caducidad que se llama cumplir años. Un día, sin que se sepa bien la razón, aquello que parecía el no va a más comienza a pasar de moda. ÉL es una víctima de esa ley inexorable. El espectáculo del retorno tras la baja paternal se quedó en un quiero y no puedo. Las encuestas son desoladoras. ÉL, que en su día cursó estudios de teatro, lo daba todo en la placita a la sombra del Reina Sofía. Se contorsionaba con su anticuado micro de verbena -Riverita ya luce uno de bola pegado al moflete- y largaba sus frases intentando que sonasen como trallazos justicieros. Más que un mitin, parecía rap castizo, rimas de ira. Pero no funcionaba. Todo semejaba impostado y caduco, empezando por el personaje.
El paso del tiempo lo ha atropellado. ÉL, que iba de Peter Pan soberbio y perenne, ya ha soplado las 40 velas. Las hechuras físicas comienzan a ser otras: ha ganado los kilitos de la felicidad conyugal, la espalda luce un poco cargada, dos arrugas permanentes fruncen su ceño, tal vez a fuerza de tanto zaherir a la pérfida burguesía, de la que hoy forma parte. Mientras oficiaba su gran bolo de regreso, en el chalet serrano la suegra se quedaba a cargo de sus dos churumbeles. Pronto vendrá un tercer vástago. El supuesto rebelde de clase obrera -que nunca lo fue, pues procede de una acomodada familia de altos funcionarios y no ha tenido un trabajo duro en su vida- ya es uno más en la rueda de lo convencional. Paga una hipoteca y es un padre de familia numerosa con una pareja estable, a la que conoció en su puesto de trabajo y promocionó. La voz de «La Gente» duerme en un chaletazo protegido por una garita de guardia civiles.
Podemos fue un desahogo de ira populista tras la dolorosísima crisis de 2008. El parné chavista dio fuelle al invento y el sorayismo lo puso en órbita, con un modelo televisivo que propició que durante más de tres años ÉL, su amigo Íñigo y su amiga Carolina se pasasen todo el día en la tele. Funcionó: el voto del PSOE se partió en dos y Rajoy ganó varias elecciones. Pero el invento de la astuta vice tenía unos efectos secundarios que ella y su jefe no supieron anticipar: la televisión quedaba en manos de la izquierda. Hoy Sánchez repite el truco, pero en sentido inverso: esta vez será el PP el damnificado por un nuevo partido que pesca en sus caladeros. Mientras tanto, ÉL se ve relegado a un rol secundario. La Abuelita Paz, que las mata callando, le ha destrozado el partido en Madrid. El flaco, harto de las purgas y del culto al líder y su mujer, se fugó con la abuela. En provincias, las peleas son tan rebuscadas y risibles que recuerdan las de las sectas de «La Vida de Brian». Hacerles el caldo gordo a Junqueras y Puigdemont tampoco fue una gran idea. Una cosa es ser comunista y otra aplaudir que destrocen tu país. Durante la campaña, ÉL soltará unos exabruptos bien estudiados, logrará algún titular. Pero su tiempo ha pasado. Su -razonable- gusto por el confort burgués, la pésima gestión en los ayuntamientos y el antiespañolismo felón acabaron con ÉL...
Luis Ventoso.........
Luis Ventoso.........
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