Frágil, muy frágil es la memoria de Quim Torra y sus aliados. Seis días después de que los secesionistas vinieran a recorrer las calles de Madrid con banderas anticonstitucionales y a proclamar en la capital de España su deseo de romper la nación, seis días después de que pudieran defender esa opción con total libertad, con unas facilidades concedidas por la delegación del Gobierno en Madrid que se convirtieron en una pesadilla para los vecinos de esta ciudad, ahora reclaman libertad de opinión y expresión. Valiente estupidez. Para empezar, porque la única libertad que tiene sentido reclamar es la de expresión. Porque todo el mundo puede opinar en su fuero interno lo que quiera, incluso en la Venezuela de Maduro y en la Corea del otro Kim, si no lo expresa. Fue en la Revolución Francesa donde se empezó a perseguir a la gente por lo que -supuestamente- pensara aunque no lo expresara. Lo que representa una antítesis perfecta de los Derechos Humanos -que algunos creen que nacieron de aquella revolución-. Hoy, en dictaduras como la chavista o la cubana se persigue a la gente por no manifestar públicamente su apoyo encendido a la tiranía. De lo que cabe deducir lo que opinan. Pero aunque resulte complicado entender para un hombre preclaro como Torra, la opinión solo se conoce mediante su expresión. Quien pide libertad de expresión no necesita pedir libertad de opinión. Y cualquiera que tenga cara y ojos sabe que en Cataluña y en España entera la libertad de expresión es igual a la de los países más caracterizados por esa libertad.
Lo que Torra reclama no es libertad de expresión, es atropellar los derechos de la mitad o más del electorado empleando las instituciones para hacer campaña en favor de unas políticas concretas. Eso que hace Torra en Cataluña ocurre en muchos otros países, es cierto. Pero convendría recordar que todos ellos son dictaduras. En cualquiera de las democracias occidentales es inimaginable el uso de la sede del Gobierno o de sus órganos dependientes para apoyar una idea partidista desde sus fachadas. Torra y sus compinches se han beneficiado durante años de que no se les ha puesto coto desde el Gobierno de la nación. Pero al entrar en procesos electorales, se han encontrado con que ahora hay otro órgano competente para pararles los pies: la Junta Electoral Central. Es decir, los jueces, que son quienes la conforman. Y la intervención judicial que Torra denuncia ahora como cercenadora de su libertad de opinión y expresión sería exactamente igual en cualquier democracia. Porque para ser una democracia, el primer requisito es cumplir la ley electoral. Y lo que hace Torra -permítanme insistir por si acaso no se me ha entendido todavía- sólo lo hacen los dictadores.
La degradación de la democracia española es alarmante y cada día hay nuevos ejemplos. La salida de la cárcel ayer de Oriol Pujol, después de cumplir dos meses de una condena firme de dos años y medio por corrupción es una muestra perfecta de la degeneración del sistema. En Cataluña, como en todas las dictaduras, el amigo del presidente no entra en la cárcel ni aunque delinca. Y si entra, es efímeramente, para disimular un poco.
A Quim Torra se le llena la boca pidiendo libertad. En su ceguera no puede ver que la única libertad a la que puede y debe aspirar Cataluña es a la de ser libres de la opresión que encarnan él y los suyos. Los que están convirtiendo Cataluña en una dictadura........Ramón Pérez-Maura
https://www.abc.es/ MRF
Bien, qué otra cosa se puede esperar leer en el abc?? Un artículo de opinión se puede escribir mirando la realidad con el cristal del color que se desee, pero no hay que desdibuja la realidad para auto reafirmarse, que es lo.que hace este "periodista".
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