Cuando Podemos era una gaseosa recién abierta e iba contra el sistema no necesitaba más enemigo que el mundo en general
La mejor manera de llevarse bien es no llevarse. Qué ideal la relación no relación de Woody Allen y Judy Davis. La actriz australiana ha trabajado con el director en «Alice», «Maridos y mujeres», «Desmontando a Harry», «Celebrity» y «A Roma con amor» con los simples nombres de Vicky, Sally, Lucy y Phyllis. Aunque nada como llamarse Cani Fernández y ser futura presidenta de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Me tiene fascinada.
Woody y Judy también (más que antes). Nunca se han hablado. Lo cuenta él en «A propósito de nada» (Alianza). Le resulta una actriz tan impresionante que se siente intimidado. No se ha atrevido a hablarle por miedo a que ella descubriera que no
era nada interesante y que desilusiona a los que llegan a conocerle. «Hicimos varias películas en las que yo la saludaba con un gesto y una sonrisa floja en las pruebas de vestuario y no volvía a verla hasta que se presentaba en el plató. Acción. Y ella actuaba, siempre estupenda, excitante, sexy e imprevisible. Corten. Y yo añadía: “Genial, sigamos”. Ella se marchaba y yo volvía a encontrármela más tarde ese mismo día o al día siguiente o a la semana siguiente siempre con el mismo silencio instalado entre los dos…». Hablar está sobrevalorado. Pero Manuel Alejandro siempre tiene razón, en lo que compone o en lo que dice en el documental de Álvaro Zancajo: «Lo que te gusta de los demás es aquello que tú ya tienes en tu interior». Y en tu interior puedes tener silencio. O en tu exterior poner cara de querer vomitar. Es lo que contaba Thelma Ritter que Hitchcock hacía si no le gustaba un actor en una escena. Si le gustaba no decía nada.
Para tener enemigos hay que hablar. Al menos en la política espectáculo en la que estamos instalados. No se mantiene vivo un enfrentamiento si no se intercambian mandobles verbales. Cuando Podemos era como una gaseosa recién abierta y sólo iba contra el sistema no necesitaba más enemigo que el mundo en general. Ahora que se le ha ido el gas y sólo es un jarabe gubernamental necesita a Vox. O a Cayetana. Leo que la imagen de Irene Montero ha sufrido con el vídeo de ETB publicado ayer por ABC. ¿Pero qué imagen? ¿Qué podía deteriorarse ahí? Como escribió Julio Tovar, Irene Montero es Tamara Falcó sin gracia y peronista. Lo mejor, aparte de la periodista que le sigue el rollo oseástico, es la corte de defensores que le ha salido a lo Sara Montiel cuando se descubrió que se había casado con Toni Hernández. «¿Pero qué pasa? ¿Qué invento es esto?». Si es lo que decía todo el mundo entonces y tal. Es el hecho de que reconozca que las cosas son así pero no lo va a decir. Pla solía citar a Joubert: «Cuando mis amigos son tuertos los miro de perfil». También decido, dependiendo de lo que me toque, qué es un grupo terrorista y qué no. Si Antifa, el FRAP o el Capitán América. Y, sobre todo qué es el fascismo. Fascismo eres tú, dirían Pablo y los suyos como Bécquer. Cuando Orwell escribió en 1946 el ensayo «The prevention of literature» (años antes de que Arendt o Friedrich hablaran de totalitarismo) afirmó que el totalitarismo hace imposible la literatura. Cualquier clase de prosa. Pero no hacen falta regímenes totalitarios, hay personas y grupos de personas que adoptan puntos de vista totalitarios y encima se llaman antifascistas con todo el cuajo. El problema es que en lugar de los apocalípticos e integrados de Eco, lo que tenemos en abundancia son sectarios y fanáticos. Y ni unos ni otros se quedan callados. Con lo bien que nos vendrían los saludos con un gesto y una sonrisa floja....Rosa Belmonte
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