De no poder salir diez minutos a estirar las piernas hemos pasado a la verbena
Navegamos ya por lo que el Gobierno denomina «nueva normalidad», copiando con papanatismo una expresión inglesa, y siguen acaeciendo portentos. La propaganda oficial proclama que vamos viento en popa en plena crisis, porque cuanto más gente sin empleo y subvencionada, mejor lo está haciendo el Gobierno. El «escudo social» es una maravilla (aunque las ayudas no acaben de llegar). «Esta vez no nos hemos olvidado de la gente», como Mariano Manostijeras en el descalabro anterior. Ahora habrá «una salida social a la crisis para todas y todos». Qué frenesí. Pero va y llega el FMI, echa cuentas, y destapa que la España del Gobierno progresista que se sale es junto a Italia el país desarrollado con mayor merma en su
PIB, un tajo del 12,8%. Es decir: según el primer organismo económico del mundo, Nadia, Escrivá, Montero, Maroto, Garzón y Díaz, el Dream Team económico, no ha dado una.
Otro portento: la cifra oficial de muertos, congelada largos días, es hoy de 28.327. Sin embargo, el censo y otros registros revelan que en España hay unos 15.000 muertos por coronavirus que no han sido contabilizados por el Gobierno. En defensa de la memoria de los fallecidos y sus familias, la oposición reclama las cifras reales, «la verdad». ¿Respuesta de PSOE y Podemos, que en la minicrisis del ébola casi llevan a Mariano al Tribunal de La Haya por el perro Excálibur? Pues que demandar esos datos es desleal, antipatriótico. La oposición «utiliza a los muertos para hacer política».
Más asombros: durante tres meses, el Gobierno tomó la riendas del país, asumiendo las competencias de las Comunidades. Sánchez, investido de poderes especiales, nos sometió «para derrotar al virus» al encierro más duro en Europa. Ordenó lo que de facto fue un arresto domiciliario. No podíamos salir ni para estirar las piernas diez minutos en la medianoche, o al alba. Además se cerró por completo la economía, provocando la ruina en curso.
Aunque muchos albergásemos dudas ante un plan tan drástico, lo respetamos y acatamos en aras de un bien superior: preservar la salud pública. Pues bien, hoy los españoles siguen muriéndose de covid-19. Y contagiándose (196 en las últimas 24 horas, frente a 108 del día anterior). Pero resulta que el Gobierno del encierro supremo, las ruedas de prensa hasta en la sopa y el providencial Sánchez del «Aló Presidente», ahora se lava las manos y allá se las compongan las regiones. Del celo desmedido -aquí no se permitía ni abrir una ferretería entrando sus clientes de uno en uno, ni un niño podía salir al patio-, hemos pasado a reabrir los aeropuertos sin controles rigurosos en Barajas. Recibimos sin prevención adecuada a viajeros de países como el Reino Unido, donde el virus está desatado. La Policía hace la vista gorda ante jolgorios masivos y sin mascarilla, como el del San Juan de Ciudadela. Los botellones rebrotan y los chavales (y los seniors de cañas) se fuman las medidas de precaución. ¿Qué datos tendremos en quince días? País de extremos. Del pánico a la verbena en un suspiro.Luis Ventoso_____
Des de el pasado 21 de junio, España ha dejado atrás el estado de alarma para adoptar la denominada «nueva normalidad». Este periodo implica que, si bien las restricciones han disminuido, siguen existiendo medidas que se deben cumplir para continuar frenando la expansión de la Covid-19 y evitar una segunda oleada de esta pandemia.
Desde Legálitas explican que el uso de mascarilla sigue siendo obligatorio, tal como ocurría en el estado de alarma, siendo su uso de obligado cumplimiento para mayores de 6 años en la vía pública, espacios al aire libre y cualquier espacio cerrado de uso público, siempre que no sea posible mantener la distancia de seguridad de 1,5 metros.
También se debe utilizar en los medios de transporte aéreo, marítimo, autobús, así como transportes públicos y privados complementarios de viajeros en vehículos de hasta nueve plazas, si los ocupantes del turismo no son convivientes. La multa por no cumplir esta norma y no hacer uso de la mascarilla asciende a 100 euros.
Además de las mascarillas, será importante asimismo seguir teniendo precaución, con comportamientos como usar geles hidroalcohólicos, lavado de manos y evitar aglomeraciones, aun llevando material de protección.
Lo anterior se dispone en virtud del Artículo 4 del Real Decreto 21/2020 de 9 de junio, que regula la nueva normalidad a nivel estatal disponiendo el deber general de cautela y protección de todos los ciudadanos, ya que «todos los ciudadanos deberán adoptar las medidas necesarias para evitar la generación de riesgos de propagación de la enfermedad Covid-19, así como la propia exposición a dichos riesgos, con arreglo a lo que se establece en este real decreto-ley. Dicho deber de cautela y protección será igualmente exigible a los titulares de cualquier actividad regulada en este real decreto-ley».
Al margen de las mascarillas y aunque no se establezca, por ahora, un criterio específico para graduar el resto de los incumplimientos al decreto que regula la nueva normalidad, las multas establecidas en la Ley de Salud Pública pueden ser de entre los 3.001 y los 600.000 euros, dependiendo de que la realización de las conductas u omisiones puedan producir un riesgo o un daño grave para la salud de la población.
Por otro lado, incumplir los aforos en locales podrá ser multado con hasta 30.000 euros. Durante la «nueva normalidad», las sanciones más habituales con respecto a los locales de apertura al público propiamente administrativas son el incumplimiento de los aforos establecidos y por no asegurar la distancia de seguridad entre personas, mesas o grupos de mesas.
Estas multas irán en función del riesgo de las personas implicadas y de la persistencia. Se tratan de incumplimientos al estado de alarma, con lo que las multas irían de nuevo desde los 601 a los 30.000 euros.
No en vano, para las actividades de hostelería y restauración, se especifica la importancia de adoptar aquellas medidas organizativas necesarias para evitar aglomeraciones, tanto dentro como en los espacios de terrazas, y de garantizar que clientes y trabajadores mantengan una distancia de seguridad de, al menos, 1,5 metros. Cuando esta distancia no se pueda garantizar, se debe de hacer hincapié, asimismo, en las medidas de higiene adecuadas para prevenir contagios.
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