Si pretendemos que la UE salve nuestras cuentas, conviene que la izquierda asuma que su programa ha caducado antes de arrancar
El PSOE ha empezado a darse de bruces con la cruda realidad en la comisión parlamentaria de reconstrucción de España tras la crisis del coronavirus. Por más empeño que pongan los ministros socialistas que comparecen, y por más que los portavoces gubernamentales se desgañiten simulando una falsa unidad con Podemos, lo cierto es que las discrepancias entre un partido y otro son enormes. Ayer, con cierta sutileza pero con mensajes nítidos entre líneas, el gobernador del Banco de España alertó de que la situación económica es aún peor de lo esperado. La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, dijo días atrás que hemos iniciado la recuperación, como si fuese una simple cuestión de tiempo y no de adoptar medidas drásticas acordes con el empresariado, el único con capacidad real de crear empleo. Desde las pensiones hasta los impuestos, desde la edad de jubilación hasta la natalidad, desde la absurda idea de derogar la reforma laboral hasta el sostenimiento de los ERTE... En todo, absolutamente en todo, discrepan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Aunque traten de simular un idílico programa común -progresista por supuesto-, hay una evidencia: si Sánchez permite a Podemos imponer toda su batería de delirios económicos, España no tardará en alcanzar una ruina alarmante y no podrá acceder a los fondos del rescate que en su momento plantee la UE a cambio de mucho rigor presupuestario, y de unas reformas que Sánchez e Iglesias pretenden ocultar a los españoles con la coartada de un falso buenismo.
España ha entrado en barrena, y si pretendemos que la UE salve nuestras cuentas, conviene que la izquierda asuma que su programa ha caducado antes de arrancar. Hablar sistemáticamente de «impuestos a los ricos», como hace Iglesias, es un insulto a la inteligencia porque su único objetivo es lastrar a la clase media imponiendo cargas fiscales inasumibles y un gasto público desmesurado. Es el comunismo de siempre, que dice amparar a los más desfavorecidos mientras les vacía los bolsillos sin crear riqueza, empleo ni bienestar. Sánchez tendrá que optar, pero ya no le va a servir de nada mentir: o se plantea un rescate europeo en las mejores condiciones posibles asumiendo el riesgo de romper con Podemos, y que el gasto público, el déficit y la deuda no podrán superar un marco razonable; o atribuye a Iglesias plenos poderes económicos, lo cual sería desastroso para España. Pero a Sánchez ya no le valdrán las medias tintas porque si algo no engaña a los ciudadanos, es su bolsillo. Y con él en juego, ni la más manipuladora propaganda de Moncloa servirá para ocultar la realidad de un país que acabará el año en pésimas condiciones económicas y en una conflictividad social dramática. Para no querer «dejar a nadie atrás», este Gobierno sigue mintiendo mucho...
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