El presidente de CEIM y vicepresidente de CEOE avisa de que «impedir con normativas que se produzca desempleo no va a dar resultados y al final supondrá destrucción de puestos de trabajo y de tejido empresarial»
Es la cara visible de los empresarios de Madrid, del músculo que tira de la locomotora económica de España. Y ya avisa de que pensar que antes de final de año se puede recuperar todo el empleo es una utopía. Por ello pide al Gobierno que ayude a las empresas a sobrevivir y a los trabajadores a pasar por ese trance para poder recuperar la contratación a partir de 2021, después de poner en marcha incentivos y de fomentar la actividad. «Habrá que afrontar una reforma laboral profunda que fomente la contratación», dice.
Qué va a suponer para empresas y trabajadores la nueva prórroga de los ERTE?
—Que se haya llegado a un acuerdo para prorrogar los ERTE
va a dar tranquilidad a muchas empresas y trabajadores, pero seguimos pensando que las exenciones son claramente insuficientes para lo que la magnitud del problema requeriría. Algunas empresas que ya han abierto pero tienen poca actividad y mantienen a muchos trabajadores en el ERTE son injustamente penalizadas. Creo que en septiembre, desgraciadamente, muchas de ellas seguirán sin poder retomar la actividad que justifique la incorporación del total de las plantillas. En ese momento habrá que buscar una solución, bien, por la vía de prorrogar los ERTE, o bien arbitrando soluciones más duraderas que permitan a las empresas resistir, primero, y fortalecerse, después, para retomar el crecimiento sostenible a medio plazo.
—¿Cómo va a condicionar a las empresas la cláusula que obliga a mantener seis meses el empleo una vez que decaiga el ERTE?
—Los ERTE se pusieron en marcha pensando que el parón de la economía sería muy conyuntural, se pensó que duraría semanas, no más de un par de meses, y fue una buena solución para parar la sangría. El problema está en la cláusula de sostenibilidad del empleo, porque la recuperación va a ser más lenta y, desgraciadamente, en otoño no se habrá retomado la actividad del año anterior. Esa cláusula es una trampa en la que caímos en la esperanza de que la crisis fuera más breve, pero va a suponer para muchas empresas una condición de imposible cumplimiento y muchas de ellas terminarán yendo a concurso de acreedores. Ahora hay dos opciones. O se ajustan plantillas para adecuarse a la realidad de la actividad, con lo se perderían los beneficios en las exoneraciones de fuerza mayor y habría que devolver las exoneraciones, o se mantienen artificialmente las plantillas, lo que condicionaría la viabilidad de empresa.
—Se pensaba que reanudar la actividad sería un proceso más rápido...
—Aunque solo hizo falta dar a una tecla para que todo se parara, recuperar la actividad no va a ser tan sencillo como presionar el botón en sentido contrario. El problema que nos vamos a encontrar es que cuando las empresas tengan que recuperar sus compromisos laborales no van a tener actividad que lo justifique.
—¿Cuándo se podrán recuperar las niveles de empleo previos a la crisis y entonces que modelo económico se debería seguir?
–Pensar que antes de final de año se puede recuperar todo el empleo es una utopía. Lo que hay que hacer es ayudar a las empresas a que sobrevivan y a los trabajadores a pasar por ese trance para, a partir de 2021, empezar con incentivos, fomentar mayor actividad y que pueda retomarse la contratación. Llegado el momento, habrá que afrontar una reforma laboral profunda que fomente la contratación. Antes de la crisis ya había problemas en nuestro mercado laboral que no hemos arreglado. Ahora, con la crisis, el problema es más grave que antes.
—¿Y esa nueva reforma laboral que ingredientes debe tener?
—Flexibilizar más el mercado de trabajo, en un escenario en el que las empresas asuman compromisos de fomento del empleo. Hay que tener en cuenta que España tiene dos problemas especialmente graves: el paro juvenil y el de larga duración. Por ello hay que abordar también las políticas activas, la formación y, ya que se han dado estas circunstancias que nos hacen replanteárnoslo todo, pensar también en un mercado a futuro que se adapte más a la realidad. Impedir, a través de normativas, que se produzca desempleo no va a dar resultados y al final supondrá destrucción de empleo y tejido empresarial.
—¿Cómo explica que otros países hayan sido más generosos con los ERTE?
—Ha sido una decisión política de cada gobierno, pero la situación de partida de España era peor. Cuando las cosas iban bien se han ido incumpliendo sistemáticamente los objetivos de déficit y la deuda ha seguido aumentando. Ya estábamos en una situación precaria cuando irrumpió la pandemia. Llevábamos dos años gastando bastante por encima de nuestras posibilidades y de nuestros compromisos y esto nos ha pasado factura.
—¿Qué ocurrirá con el empleo?
—El empleo debería ser la primera preocupación. Todo lo que se haga en los próximos meses, diría incluso en los próximos dos años, debería estar supeditado a su impacto en el empleo. Debería ser obligatorio un informe de impacto en el empleo de cualquier medida de una administración a partir de ahora.
—¿Cómo se puede abordar el problema de precariedad?
—El mercado laboral español merece un replanteamiento completo. En torno al empleo debería haber un gran pacto de Estado. Tendríamos que sentarnos no solo los agentes sociales y el Gobierno, debería ser más amplio, con todos los partidos políticos y las administraciones y transformar un mercado laboral que funciona mal desde hace años.
—¿Cómo influye ahora el pequeño tamaño de las empresas y el poco peso de la industria?
—Aumentar el tamaño de nuestras empresas es un reto en el que tenemos que trabajar todos. Debemos plantearnos cuáles son los problemas que hacen que en España no se favorezca este crecimiento y que, incluso, se penalice. En cuanto a la industria, también nos pesa el precio de la energía y el desajuste en la formación. Necesitamos unirnos para pensar en grande y con altura de miras, como podemos mejorar. Confío en que cuando se vea la gravedad de la situación haya un golpe de responsabilidad y nos pongamos a trabajar unidos. Las jornadas de la CEOE de esta semana han fortalecido en mí esa esperanza. He visto a grandes competidores apartando sus intereses para poner en común sus ideas. Esto es algo inédito. Y si la CEOE ha podido hacerlo en el mundo de la empresa, ¿por qué no en la política?
¿En el Gobierno pesan más las cuestiones económicas o las ideológicas?
—Parto de la base de que ningún gobierno quiere hacer mal las cosas. Creo que es lógico dudar sobre si con el tsunami que ha caído sobre la economía se va a tener caja para seguir pagando las facturas dentro de tres meses. Pero también creo que ha faltado conocimiento del mundo empresarial y sensibilidad con los distintos sectores. Me cuesta entender cómo no se ha hablado más para conocer los problemas de cada uno de ellos. Y, por supuesto. también han pesado, y pesan, las cuestiones ideológicas. En el Gobierno hay miembros con una ideología muy contraria a la que estamos defendiendo los empresarios. Hablar de flexibilidad, por ejemplo, es tabú para una facción del Ejecutivo.
—Sánchez reaccionó al tsunami con un paquete de ayudas económicas por valor de 180.000 millones en las que eran prácticamente nulas las ayudas directas y muchos los préstamo y avales. ¿Es suficiente?
—Efectivamente, los ingentes recursos que dicen se han puesto a disposición de empresas han sido en mayoría prestamos y avales y pocas han sido las ayudas directas. Se ha producido una exoneración de cotizaciones, pero no para todas las empresas, solo para las pymes, y eso se ha hecho porque el empleado tenía prohibido trabajar. No se ha regalado nada. Ahora, tres meses después, acaban de llegar las primeras ayudas directas al sector del automóvil. En 2021 las empresas tendrán que generar actividad para, primero, equilibrar su balance y dejar de perder dinero y, después, para empezar a devolver lo prestado. Y veremos la situación en la que quedan muchas empresas. Aquí ni se ha regalado, ni se ha perdonado nada.
—¿Cómo saldrá Madrid de la crisis?
—Madrid está muy tocada. El parón económico llegó antes que a otras regiones y la pandemia se desplegó con más virulencia. Ahora estamos saliendo en el último lugar porque Madrid tiene todavía muchas más restricciones a la actividad económica y tiene también un coste de imagen porque está asociada al epicentro de la pandemia. Así que vivimos una situación de enorme dificultad, aunque también existe una fortaleza indiscutible gracias al dinamismo empresarial y ello nos permitirá coger impulso con más velocidad. Eso sí, es fundamental que no se alteren las condiciones fiscales que han permitido a Madrid ser más competitiva que el resto de regiones. Hacerlo sería demoledor. Ahora todos los esfuerzos deben ir a recuperar la confianza,
—¿Cómo se recupera esa confianza?
—Lo primero es tomar medidas que doten de seguridad a la gente. Hay que demostrar que Madrid es seguro, que ha sido la región que peor lo ha pasado pero que es donde mejor se han resuelto los problemas. Tenemos que ofrecer garantías de seguridad para que la gente sepa que Madrid vuelve a ser un lugar seguro y entretenido. Si no, ¿quién va a venir ?
—¿Para cuándo espera la vuelta de turistas?
—Yo creo que a cortísimo plazo hay que reactivar el turismo interior, para que luego, poco a poco, se reactive el turismo nacional. El turismo internacional no va a volver hasta que no haya seguridad y cierta normalidad real. Para que la gente viaje hace falta que lo que se va a encontrar sea atractivo. Ir a la Alhambra, a un tablao flamenco, a una barra de un bar… Y esto va a tardar. Pero lo importante es actuar ya. Es verdad que también podemos intentar mejorar el modelo turístico que teníamos. Porque estas situaciones nos deben obligar a reflexionar sobre lo que estábamos haciendo y lo que queremos hacer a partir de ahora. Y creo que así se está entendiendo. Me consta que el alcalde tiene claro que hay que pensar ya en un Madrid para el 2030, pero también es verdad que aquí tenemos que vivir ya y no nos podemos permitir perder este verano. Lo vamos a pasar mal aún así. El otoño va a ser muy flojo a nivel de ocupación hoteleria..
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