Hay un PSOE, hoy mayoritario, que se avergüenza de González y que prefiere regalar victorias tácticas a Iglesias a reafirmar la vigencia de unas siglas con 150 años de historia
La izquierda se ha convertido en un nido de desleales empecinados en destruir todo aquello que huela a consenso, a Transición y a una idea común de España, con tal de protegerse en La Moncloa de sus errores en la gestión de la crisis del coronavirus. Hoy, Podemos, socio del Gobierno de coalición y garante de Pedro Sánchez con el «pacto del abrazo», votará a favor de que el Congreso someta a una investigación al expresidente Felipe González por los crímenes de los GAL en los años ochenta, mientras el PSOE calla y otorga con una actitud incomprensible. Es cierto que la exigencia de una comisión de investigación por hechos ocurridos hace treinta años es una bravata, una maniobra de evasión de Pablo Iglesias para crear una «liebre» social que evite cualquier posibilidad de que la ciudadanía, en especial un sector de la izquierda indignado, se movilice contra Sánchez y Podemos. Investigar a González es solo una ilusión óptica sin visos de prosperar porque el PSOE, el PP y otros partidos votarán en contra. A excepción de Margarita Robles, ni un solo miembro del Gobierno, empezando por Sánchez, ha salido a reivindicar el legado político de González. El PSOE ha decidido infravalorar su figura, que incluso es vista por el sanchismo como una amenaza contra sus excesos de populismo extremista en plena crisis estructural de España. Es evidente que hay un PSOE, hoy mayoritario, que se avergüenza de González y que prefiere regalar victorias tácticas a Iglesias a reafirmar la vigencia de unas siglas con casi 150 años de historia.
Los GAL fueron investigados política y judicialmente, algunos dirigentes del PSOE fueron procesados, juzgados y condenados, y varios cumplieron parte de su condena en prisión. Cualquier responsabilidad de nuestras instituciones con la democracia está más que cumplida por más que este afán revisionista, chantajista y revanchista de Podemos pretenda incorporarlo con calzador al guión político. La desgracia para González, y para ese socialismo sensato que aún da bocanadas de vez en cuando, es que Sánchez se haya convertido en el cooperador imprescindible de Iglesias en una operación de acoso y derribo a la propia historia del socialismo para sobrevivir a toda costa. Iglesias no da puntada sin hilo: por un lado, sabe que con este tipo de iniciativas daña al PSOE; y por otro, se reivindica en plena precampaña vasca, donde parte de los votos de Podemos se está fugando a Bildu. La maniobra de Iglesias es ser un clon de Bildu y recuperar la cal viva con la que se presentó en el Congreso, con la salvedad de que ya no cuela porque hoy es un cínico burgués incapaz de derrocar al mismo partido que lo sostiene como vicepresidente. Eso sí, Iglesias cuenta con el aval de Sánchez para humillar al PSOE porque ninguno de los dos tiene reparos en despreciar a González....
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