En una democracia auténtica no se hubieran tolerado las mentiras que se han consentido en el nuestro
Como tienen alergia a la verdad, mienten incluso sin quererlo y han llamado «nueva normalidad» al periodo que iniciamos tras el confinamiento. Sin darse cuenta de que si es nueva, es otra, no la normal. Además, ¿puede considerarse normal salir a la calle con mascarilla? ¿O mantener dos metros de distancia con los demás? ¿O restringir las reuniones? Eso es más bien mantener el estado de alarma sin decirlo.
¿Salimos más fuertes, como dicen, de los 100 días encerrados en casa? En modo alguno. El Covid-19 todavía ronda, provocando brotes aquí y allá, muchas empresas, grandes y pequeñas, continúan cerradas, la economía sigue cayendo en picado y el dinero de Bruselas duerme en el alero. Es decir, que estamos peor.
Pero el señorito que nos gobierna aparece de tanto en tanto por televisión para decirnos que todo va viento en popa, que ha salvado a muchos españoles y que ninguno va a quedarse atrás. Cuando ni siquiera sabemos cuántos han muerto por la pandemia. Y los que morirán. A él parece darle lo mismo cuarenta que cuatrocientos mil. Tenía un amigo que negaba la existencia del infierno eterno con el argumento de que los humanos nos acostumbramos a todo y, al final, encontraríamos agradable su calorcito (digo tenía porque ese amigo ya no está entre nosotros y espero no tenga necesidad de comprobarlo porque, aparte de algo cínico, era una excelente persona). En cualquier caso, si hemos aguantado la anterior normalidad, ¿por qué no vamos aguantar la nueva, que tampoco se le diferencia tanto?
Mi gran temor es que nos habituemos al régimen Sánchez-Iglesias, a sus mentiras, a sus falsas promesas, a su doble vara de medir, a su falta de responsabilidad, a su echar las culpas de lo que sale mal al otro, que son también rasgos nuestros. Porque junto a nuestra tendencia al exabrupto y extremismo, hay también el ovejuno «Si, señor» al que manda, aunque luego hagamos lo que nos da la gana si podemos. Que entramos en otra etapa, no hay duda alguna. Que no va a ser como la anterior, segurísimo. Pero que corrijamos lo que hemos hecho mal, que ha sido bastante, lo dudo. Y lo dudo porque en una democracia auténtica no se hubieran tolerado las mentiras, corrupciones e iniquidades que se han consentido en el nuestro durante el periodo de vacas gordas. Ahora que entramos en uno de vacas flacas continuar con ellas sería sencillamente suicida.
A mi me gustaría que España estuviera entre los países que tienen que ayudar a los demás, no entre los que tienen que pedir limosna. Y no por vergüenza torera, sino porque tenemos los medios, la capacidad y el potencial para ello. Pero mucho me temo que tendré que acostumbrarme a que mis compatriotas prefieran seguir peleándole y elijan al que más barbaridades haga, menos escuche a la voz de la razón y más mentiras cuente......José María Carrascal
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