La España que el mundo admiraba, o ya no existe o va renunciando a existir
Alguna vez dijo Camilo José Cela en las Cortes: «¿Cómo va a ser lo mismo estar jodido que estar jodiendo?». También es pertinente distinguir entre jodido y jodiéndose: aunque lo segundo huele a fatalidad, esta conjugación del verbo pronominal deja abierta la posibilidad de evitar volverse un adjetivo irremediable.
La España que el mundo admiraba, o ya no existe o va renunciando a existir. En los 60, cuando la dictadura franquista puso la gestión del Estado en manos de tecnócratas en vez de falangistas, despegó la economía y creció la clase media, lo que facilitó la Transición. Esa Transición, con unas izquierdas que se limpiaron las legañas y unas derechas que se aflojaron la sotana, impidió que el país se
balcanizara. La península se hizo uña y carne con Europa. Fue un arreglo de élites, pero, más abajo, la sociedad lo hizo suyo. En algún momento del nuevo milenio ese pegamento que compaginaba a España se fue debilitando. Los terribles excesos ideológicos de una nueva izquierda que fagocitó a la izquierda de la Transición, la mediocridad y apoltronamiento de cierta derecha y la regresión tribal de los nacionalismos, condujeron al país adonde está hoy.
Me fascinan los países exitosos que se «des-desarrollaron», para utilizar la expresión feliz de Mariano Grondona. No hablo de imperios que decayeron, sino de países que subieron hasta la cima y un día empezaron a descolgarse. En 1896 Argentina tenía la mayor renta per cápita del mundo y en 1943, cuando ocurrió el golpe que abriría las puertas al peronismo, estaba entre los diez más prósperos. ¿Cuándo empezó a joderse? ¿Entre la primera y la segunda guerra mundial, con la decadencia de Inglaterra, su gran socio? ¿En 1930, con la Gran Depresión, cuando perdió algo de fe en su sistema libre? ¿O a partir de los 40, con el peronismo?
Otro caso es el Líbano, que entre los 50 y 70, con excepciones como sus refugiados palestinos y una parte del sur del país, fue un emporio comercial y financiero, bajo un clima de pluralismo y libertades que el mundo de lengua árabe no conocía. ¿Se había empezado a joder, imperceptiblemente, cuando la Constitución de 1926 optó por un sistema consociativo y confesional de distribución del poder que se hacía eco del «millet» otomano y que la colonia francesa preservó? ¿Se jodió cuando el ala radical palestina, refugiada allí, involucró a los libaneses en sus pleitos? ¿Fue con la guerra civil, que demostró que los odios tribales sólo estaban dormidos y la convivencia era un espejismo? ¿O con los acuerdos de Taif que preservaron un sistema de «tribus» político-religiosas y dejaron a Hezbolá con sus armas intactas y a los sirios metidos en la sopa? ¿O en 2005, cuando se expulsó al invasor sirio, pero no su influencia corrosiva?
La corona de los países, como las de las reinas de belleza, va mudando de cabeza. Ayer Portugal era nada, hoy es el «darling» de Europa. Ayer Grecia estaba con respiración artificial, hoy sus pulmones respiran sin tubos. España, ¿jodida o jodiéndose?...Álvaro Vargas Llosa
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