Los incondicionales de la ministra Irene Montero intentan defenderla abriendo un debate sobre el manejo de las fuentes que no se sostiene ni en la teoría ni en la práctica
La publicación en ABC del vídeo en el que Irene Montero expresa con lenguaje frívolo y vulgar lo que realmente sabe y piensa de los riesgos de convocar una manifestación el 8-M en el inicio de la pandemia del coronavirus ha supuesto un gran éxito periodístico.
El motivo es sencillo: ofrece a la opinión pública información relevante. Sin embargo, también ha habido quienes no han dudado en defender a la ministra atacando al medio de comunicación. Moralistas del periodismo, equidistantes de la política y comisarios del poder han salido a defender a la titular de Igualdad porque, al parecer, esas imágenes no se podían dar a conocer. Los argumentos utilizados son falsos e interesados, tanto desde el punto de vista teórico como desde el punto de vista práctico. Veamos.
En el caso de Irene Montero, la conversación desvelada por ABC forma parte de una entrevista realizada por ETB. La cadena autonómica vasca ofrece el bruto completo de la entrevista sin restricción alguna al resto de medios de la Forta. Es decir, cualquiera de las cadenas de la Forta podía haberse interesado por emitir la parte en la que Irene Montero reconoce el peligro del contagio cuando, entre otras cosas, confiesa que no le gustaba que los manifestantes tocaran a su bebé: «¡Con las manos, no!». El resto es conocido por todos. Busquemos antecedentes:
1) Victoria Pego entrevista a Adolfo Suárez en Antena 3 en 1995, una pieza que, dicho sea de paso, no se emitió. Prego pregunta, Suárez responde:
–¿Le otorga también una legitimidad a esta Monarquía, a la Corona, al Rey?
–Claro, por una razón que no te voy a contar.
En ese momento el expresidente del Gobierno se tapa el micrófono con el puño y añade:
–Pues es simplemente que la mayor parte de los jefes de Gobierno extranjeros me pedían referéndum monarquía-república.
–Y eso era peligrosísimo en ese momento.
–Hacía encuestas y perdíamos
La afirmación es relevante. Obviamente el micrófono captó la grabación, pero Suárez había hecho un gesto tácito de que eso no quería contarlo públicamente. Sin embargo, más de 20 años después, una cadena del mismo grupo que Antena 3, La Sexta, recupera esas imágenes y lo emite. Nadie cuestionó si se estaba vulnerando un off the record, a pesar de que en esa entrevista hay un gesto explícito de Suárez para mostrar que eso no se podía contar. Nadie preguntó a Victoria Prego si eso se podía divulgar.
No obstante, cuando finalmente se emitió, todo el mundo lo entendió como la publicación de una información relevante. Y algunos medios lo utilizaron legítimamente para tratar de poner sobre la mesa el debate monarquía-república. ¿Y qué dijo Podemos? Si tenemos en cuenta lo que se está argumentando esta semana con el vídeo de Irene Montero, lo lógico es que se rechazaría opinar sobre el tema. Pues no: Iglesias se sumó con entusiasmo al debate monarquía-república: «A pesar de imaginarlo es muy fuerte poder escucharlo en boca de quien lideró la Transición», dijo. Y, como él, todos los dirigentes a los que se le preguntó la cuestión.
2) 14 de febrero de 2008. Iñaki Gabilondo entrevista a José Luis Rodríguez Zapatero a pocas fechas de las elecciones. Cuatro difunde a través de satélite la señal. Al acabar la entrevista, ambos se levantan y abandonan el plató. El periodista pregunta, el presidente responde:
–¿Qué pinta tiene?
–Bien, sin problemas, lo que pasa es que nos conviene que haya tensión.
Se montó la mundial. Este caso fue desvelado en exclusiva por Veo7, la extinta televisión de Unidad Editorial, y al día siguiente fue portada de «El Mundo». El caso es muy parecido al de Irene Montero: fue la propia televisión la que envió esas imágenes sin restricción alguna. Nadie entonces puso en duda el interés de la información revelada. Nadie habló de off the record. Nadie trató de desviar la atención con estas cuestiones
3) En 2012 el capitán del F.C. Barcelona, Xavi Hernández, dijo en Barça TV antes de una entrevista que los jugadores del Real Madrid «son la hostia tú... no saben perder». El vídeo se filtró y, lógicamente, se publicó. La directiva del club mostró su enfado con quienes habían permitido la «fuga» del material, pero nadie cargó contra los medios que lo publicaron.
4) Aunque con alguna diferencia, casos similares se han registrado en conversaciones entre líderes políticos. Durante la presentacuón de los Presupuestos de 2003, un micro abierto captó cómo Jordi Sevilla, responsable de Economía del PSOE, decía al presidente Zapatero: «Se te nota inseguro (...) esto te lo enseño en dos tardes». Ninguno de los dos quería que aquello trascendiera. Fueron víctimas de su propio descuido.
Pero si hay algo que llama poderosamente la atención en el argumentario que Podemos marcó a sus periodistas afines es el de la «violación» del off the record. Quienes defienden este postulado solo lo pueden hacer movidos por dos motivos: la ignorancia o la mala fe, pues también existe abundante literatura científica, teórica, para saber qué es y qué no un off the record. Por nombrar un título, José María Caminos Marcet dedica a ello varias páginas de su manual «Periodismo de Investigación. Teoría y práctica» (1997).
El off the record es una condición que pacta expresamente el periodista con la fuente, mediante la que el primero se compromete a no revelar lo hablado y, mucho menos, la identidad del segundo. Esta relación periodista-fuente sirve para que el reportero tenga el contexto y las pistas suficientes que le permitan descubrir la verdad y contarla mediante la confirmación de los hechos a través de otras fuentes de información que sí permitan la atribución o aporten documentos probatorios. Conviene alertar de esto a la fuente primigenia.
El caso más célebre de una fuente off the record es Garganta Profunda, el confidente de Bob Woodward que le permitió avanzar en sus pesquisas, junto a Carl Bernstein, en el caso Watergate. Quien ayudó a tumbar a Richard Nixon resultó ser Mark Felt, número dos del FBI
En realidad, un off the record se parece a un micro abierto tanto como un huevo a una castaña. La grabación que hemos visto no es más que un producto de la torpeza o un acto de mala fe del periodista, si ocultara deliberadamente el hecho de que el dispositivo estaba prendido. Sostenemos que ETB no lo hizo con malas intenciones. Entre el «jo, tía», el «mogollón de peña» y «ha sido por el coronavirus, pero no lo voy a decir», desatendían a una cámara que estaba en modo «on the record».
Y, además, aunque la escena grabada en el Ministerio de Igualdad se considerara un off the record, es materialmente imposible que ABC lo incumpliera, porque este diario ni estaba allí ni pactó nada con Irene Montero. Lo único que pactamos -y siempre cumplimos- es no revelar la identidad de nuestra fuente.
Quienes han intentado neutralizar el efecto de las imágenes también han apelado a que lo dicho por Montero carecía de relevancia, no era noticia. Derribar semejante falacia es demasiado sencillo: todos los medios de comunicación -prensa, radio y televisiones-, informaron sobre la secuencia porque, efectivamente, era noticiosa. Y lo que es más grave: para los teóricos de la violación del off the record, todos estos media -incluidos los que defendía la tesis del Gobierno- habrían violado el mismo off the record que ABC. No vale decir «los que lo contamos después, no», porque eso equivaldría a justificar que quien agrede a una persona que ya ha sido previamente agredida con el mismo palo no está cometiendo un acto punible. O se puede dinfundir o no se puede, aclárense. Por otro lado, ¿dirían lo mismo si la cámara abierta la hubiera sufrido Isabel Díaz Ayuso? Nosotros sí.
Lo endeble de los razonamientos gubernamentales impulsados por su aparato propagandístico desentona con la amplia repercusión de sus falacias, encaminadas al aborregamiento de las masas y abono de las trincheras.
Hay periodistas que manejan grandiosa información off the record, pero debemos hacernos un par de preguntas: para quién trabajamos y qué servicio presta a la sociedad el reportero que no madura esos off the record para amarrar los cabos sueltos y publicar esa noticia. Ninguno. No queremos ser el periodista que vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Queremos contar.
Ben Bradlee, histórico director de «The Washington Post», tiene unas memorias deliciosas, «A Good Life» (1995), publicadas en España un año después bajo el título «La vida de un periodista». En este tesoro que Bradlee legó a todos los periodistas antes, precisamente, de perder la memoria, podemos leer una sentencia lapidaria: «A partir de Watergate, siempre he buscado la verdad después de oír la versión oficial de la verdad». ETB ofreció la versión oficial de la verdad. ABC contó la verdad
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