Quieren apagarnos la voz. Tal vez porque no coincidimos
con ellos ni toleran la discrepancia o la crítica.
Los nuevos inquisidores ejercen desde púlpitos diversos,
pero son inquisidores al fin y al cabo. Ayer se celebró
el Día Internacional de la Voz, cuando resulta que
nunca ha estado más perseguida. Jamás tanto dolor
había quedado ahogado en la intimidad de los hogares.
Aquí, que tenemos socializada la pena por
la violencia de género, por el terrorismo o por
los accidentes en carretera, nos impiden ahora
alzar nuestra voz frente al arrase de vidas de esta pandemia.
Queremos saber la cifra real de muertos, y nos la censuran.
Preguntamos si hay test y si se están haciendo, y nos denigran.
Demandamos acceder al protocolo oficial de actuaciones,
y nos dan silencio. Este Gobierno no está luchando contra el Covid-19:
pelea contra la verdad y contra quienes pedimos conocerla.
Ya no decimos que la tengamos, solo intentamos enterarnos
de lo que ocurre. Y la respuesta que recibimos
es una amenaza de callar nuestra voz. Justo en su día...Bieito Rubido...

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