El debate sobre la libertad, y muy especialmente
de expresión, que este diario planteaba a sus
lectores, no pudo ser más pertinente y oportuno.
Ayer mismo, un general de la Guardia Civil nos
alertaba de ello. Pudo ser un lapsus, pudo ser.
Pero este es el ambiente que recorre España.
El Gobierno más débil de la historia, en cuanto
a apoyos reales se refiere, sobreactúa con
una determinación impropia de cualquier
democracia que se precie. No se percatan,
porque ignoran el clamor de la sociedad.
Crece, a pesar de todo, entre los ciudadanos,
un malestar que va mucho más allá del enfado
con la gestión de la crisis. Resulta que en
España puedes quemar su bandera o la foto del Rey.
Incluso puedes promover linchamientos o escraches.
Ahora, eso sí, para no crear alarma social
no puedes criticar al Gobierno. Si el ciudadano es
soberano para emitir el voto, también lo es para
decidir qué canal de televisión ve, qué radio
escucha o qué periódico lee. Como también es
libre para determinar lo que es cierto y lo que no.
Es la libertad. Los bulos no se combaten con represión,
sino con transparencia e información.
El menos culpable en todo esto,
el general Santiago, seguro. Bieito Rubido
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