Sánchez, que duerme bajo la misma sábana que Bildu y ERC, se ha desvelado con Podemos
El insomnio letal es una enfermedad hereditaria que los urnófilos -no confundir con demócratas- como Pedro Sánchez llevan en la sangre. En sus delirios nocherniegos, el presidente del Gobierno da botes en el colchón, que para eso el colchón fue su primera medida de cambio en La Moncloa tras derrocar a Rajoy, porque España le corre por las venas. Está tan preocupado por su país que se ha puesto otra vez la urna como escafandra para conquistar la luna y el buen hombre no puede conciliar el sueño de pensar que en su gobierno hubiese entrado Podemos. «Ni yo ni el 95 por ciento de los españoles dormiría bien», ha dicho desde su gravitación atmosférica por encima de los hombros de la plebe, a la que él representa en porcentajes siderales. El «doctor Insomnio» nos ha salvado de la malacia populista que pretendía devorarnos para que por su ilustre colchón revoloteen querubines cada noche. Demos gracias a Dios. Porque necesitamos un presidente del Gobierno descansado, bien dormido y desayunado, no un «walking dead» con los párpados como aceitunas negras.
El pacto del PSOE con Bildu en Navarra es como un valium. Qué bien se duerme bajo la misma sábana que los filoterroristas. El acuerdo con ERC y Junts per Cat para la moción de censura que lo encumbró al poder es una cajita de diazepam. Es un lujo sobar sobre la misma almohada que los independentistas. Los tres ministerios que ofreció a Pablo Iglesias hace unos días son un sedante para el coma inducido. Pero, de repente, un gobierno con Unidas Podemos habría sido un desvelo para él y para España, que en sus vigilias sudorosas son una misma cosa. «Yo soy la nación», se repite el doctor ante el espejo mientras se refresca la cara en sus largas horas en vela.
Este hombre es un jayán de la vida pública. Un inmenso jetudo que en comandita con sus redondos asesores ha convertido el «ars politicae» en una empresa de mensajería urgente. Política Seur. De la noche a la mañana, aprovechando su insomnio, empaqueta un mensaje que al alba llega a todos los domicilios para que el 95 por ciento de los españoles sepa cuándo hay que preocuparse y cuándo no. Cuándo los pactos anestesian y cuándo exaltan. Y mientras el país ve pasar todas las horas por el reloj para decidir qué hará en las cuartas elecciones en cuatro años, él franquea su envío en su servicio de correos mediático y baja la persiana. Eso sí se lo reprocho. Porque a mí me dejó ojiplático después de su entrevista en la tele y me costó un congo perder la cuenta de las ovejas. Así que me puse a leer la «Antología de Altolaguirre» que hizo Valender, que me estaba esperando en la mesita de noche desde hace varias semanas, y me encontré con un poema que se titula «Cerrando los ojos». Me pellizqué, la verdad, porque pensé que estaba teniendo desvaríos provocados por el cansancio. Apenas conozco la obra del poeta malagueño, de lo que me culpo y me avergüenzo, y por un momento creí estar leyendo algo que no era real, como si el libro estuviera dándome una orden a la manera del angelito del hombro derecho: cierra ya los ojos. Pero como la duda me excitó, comprobé que era cierto. Y no tuve más remedio que seguir leyendo a pesar de que en ese momento ya estaba el libro a punto de caerse sobre mi pecho. Los primeros versos decían esto: «Huyo del mal que me enoja / buscando el bien que me falta. / Más que las penas que tengo / me duelen las esperanzas». Altolaguirre me abrió los ojos para entender esta España adormecida. Así que discúlpenme si el artículo no está hoy muy bien enjaretado, pero es que no he dormido nada esta noche....Alberto García Reyes
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