Una angustia muy propia de los jueves por la tarde me atenazaba los dedos sin permitirme discernir correctamente entre los seis o siete asuntos a los que quería dedicar este saco de letras que amablemente me permite publicar ABC cada viernes. Una posibilidad era tratar de responder razonadamente a una pregunta en torno al sainete de Franco: ¿La inhumación de un Jefe de Estado, por cuestionado que fuera, requiere determinados honores? No me imagino en Mingorrubio a la Guardia Mora, los cañonazos, los himnos y las banderas enlutadas, pero es seguro que sus seguidores, que los hay, querrán oficializar algún tipo de homenaje. ¿Lo prohibirá también el Supremo? Otra alternativa era dedicarle algunas líneas a la insufrible Greta y a su performance llena de teatralidad melodramática, rodeada de veganos comiendo flores y de inversores en renovables llenos de alegría, pero lo deseché por un aquél del cuidado de la infancia y por la razón de que cualquiera de nosotros con dieciséis también teníamos nuestro aquél. Hube la tentación de tratar de sumergirme en el mundo trastornado de un adolescente que tira al río a un bebé recién nacido al que ni él ni su madre preadolescente querían para nada, pero soy incapaz de teorizar sobre tan terrorífica conducta; como tampoco sobre lo que motiva a quince jóvenes a rodear a una compañera de clase y machacarla a golpes entre la violencia de unos, el jolgorio de otros y la puesta de los videos a disposición de todos en internet, sin que nadie detenga esa barbaridad ni zarandee a esos salvajes.
Ni que decir tiene que Torra y sus guerrilleros son una fuente de inspiración permanente, como el rayo que no cesa, como la pancarta que no retira y que habrá de costarle un sofoco (el que habrán sentido los alegres muchachos de la independencia cuando García Castellón les ha enviado a todos a prisión), pero gastar la yema de los dedos tecleando su nombre me produce una mezcla de ataque de tos y melancolía (¿tenía miedo la Guardia Civil a que desde Interior pudiera ponerse en peligro la operación contra los CDR y sus explosivos por alguna indiscreción o por simple filtración? No, escribo tontunas algunas veces). ¿Y donde me dejan a Sánchez diciendo bobadas en Nueva York, como que España no entró en la ONU por ser una dictadura (siendo Stalin socio fundador)? ¿Y qué me dicen del fallecimiento de Chirac, uno de los individuos más contumaces en estorbarnos que ha sufrido nuestro país en sus inmediaciones?
En definitiva, que cuando estaba a punto de volcarme en el posmarxismo globalista, ecologista y feminista de Los Errejones, ese grupo de pretendidos ilustrados que proceden de la lucha chavista, de los escraches universitarios, de las becas fraudulentas y que se ha significado en el primer minuto como alfombrilla de baño al servicio absoluto de Sánchez, ha venido Tezanos en mi auxilio y ha publicado el CIS correspondiente al mes en curso dándole a Sánchez, de nuevo, todos los votos que GAD3 y el malvado Michavila le estaban usurpando en la encuesta que ayer publicaba ABC.
Las encuestas de Tezanos más parecen una indicación al electorado que un sondeo demostrativo de las intenciones de éste, de acuerdo, pero ha venido a echar agua fría sobre las cabezas que andaban elucubrando sueños imposibles, tales como que la derecha desunida pueda ser capaz de sumar al estilo andaluz. Ya pasó en abril: menudo chasco se llevaron cuando salió el Dr. Fraude con 123. Abandonad toda esperanza: ganará el PSOE con cierta holgura, y, si puede, se apañará con todo lo que quede a su izquierda, que no parece que vaya a ser tan penalizada. Lo ha dicho Tezanos: así que ahora, como en el cuadro de Picasso, vayan pareciéndose.
Carlos Herrera
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