El mundo entero sabe que España es desde ayer mismo una democracia plena porque él y nadie más que él «ha cerrado el círculo democrático» al sacar el cadáver de Franco de su tumba en el valle de Cuelgamuros. Semejante petulancia movería más a la risa que a otra cosa si no fuera porque utilizó la tribuna de las Naciones Unidas para embadurnarse de gloria y entrar por la gatera del autoelogio en la historia de España. Pero ya que según el doctor de Tetuán somos una democracia plena y «decente» gracias a él, y como la perla engreída fue proferida en Estados Unidos, no estaría de más que se le pegase algo de la transparencia y los códigos éticos que deben acompañar a la política que los estadounidenses llevan aplicando desde que inventaron la democracia moderna hace un par de siglos. Con Trump y sin Trump.
Ayer, la Casa Blanca hizo pública la conversación privada que Donald Trump mantuvo el pasado julio por teléfono con su homólogo ucraniano a cuenta de los tejemanejes del hijo de Joe Biden, su rival político. Se trata de una prueba vital para el proceso de «impeachment» emprendido por el Partido Demócrata contra él por animar a Kiev para que investigase ese asunto con el fin de perjudicar a un adversario político. Bien podría Trump haber ocultado el documento, o ir dando largas y más largas para torpedear el propósito de sus oponentes de echarle del Despacho Oval. No, la famosa conversación ya está al alcance de todos para ser valorada, convertida quizá en presunta guillotina.
Aquí, tampoco aspiramos a tanto. Nos conformaríamos, por ejemplo, con que más de un año después, el señor que se vanagloria de haber cerrado el «círculo democrático» en España atendiese la petición de la oposición para conocer, por ejemplo, quién le acompañaba en el viaje en Falcon a un concierto en Castellón. Un año y no hay manera que aclare quién componía aquel flete, el nombre del resto de los «grupies» que le acompañaron en el avión de la Fuerza Aérea.
Más grave fue aún que los españoles se enterasen por Torra, y dos meses después, de lo que Sánchez trató con él en la «reunión de la infamia de Pedralbes», ese documento que incluía la llegada de observadores internacionales a Cataluña para que mediasen en el proceso independentista. Así que lecciones de democracia y transparencia, las justas. O mejor, en su condición de consumado copista de tesis y libros, bien podría plagiar los hábitos de luz y taquígrafos que se estilan en otras democracias......Álvaro Martínez
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