El alegato de Greta Thunberg en la Cumbre del Clima de la ONU le ha valido a la niña un accésit al doctorado honoris causa de la progresía mundial, que se ha desecho en elogios a la valentía de ese cantar las cuarenta de la joven activistas a los poderosos del mundo. A otros, la sobreactuación de la muchacha en el discursito-bronca titulado «me habéis robado mi infancia y mis sueños» les pareció mal por el tono empleado y por un aderezo gestual que casi daba más miedo que el cambio climático. El planeta es tan diverso que Thunberg seguramente sedujo y espantó al mismo tiempo. Y quizá, en una tercera vía de servicio paralela haya quien, como ejemplo de valentía juvenil, prefiera la dignidad de esas muchachas, seguramente de la edad de la niña sueca, que saliendo del cole grabaron un vídeo quitándose el velo islámico que los ayatolás y la policía moral que patrulla las calles de Irán les hacen vestir obligatoriamente. A la fuerza ahorcan, claro, porque la alternativa a no utilizar el hiyab es que la mujer que se niegue a cubrir su cabeza en público pueda terminar molida a palos en una plaza.
Son también extremadamente valientes y ejemplo de temprana integridad moral las niñas que protagonizan vídeos bailando en la clase o en el patio del cole una canción llamada «Gentleman», que se ha convertido en un himno en favor de las mujeres iraníes. La canción está proscrita (el autor y cantante que la compuso, Sasy Mankan, vive desde hace años en Estados Unidos) y no es que diga gran cosa o que se meta con el régimen. «Es hora de que me des el beso de tus labios, corre y mueve la cadera sexy, gracias por tus llamadas y regalos, mira que cuerpazo. Tiembla tu cuerpo», a lo que una mujer responde: «Mi señor es un gentleman, gentleman». Una bobadita inofensiva, ya ven, pero a las autoridades de allí les sienta casi peor que un recital de los «Versos satánicos» de Salman Rushdie, porque desde tiempos de Jomeini las mujeres iraníes tiene prohibido cantar y bailar en público. Tan mal les cae que hasta el vicepresidente del Parlamento iraní ha reprendido al ministro de Educación y reclamado el despido inmediato de los directores de las escuelas donde «realizan semejantes acciones».
Al mismo tiempo que Greta era felicitada mundialmente por hacer novillos en protesta contra el maltrato que infligen al planeta esos malvados humanos que a ella le han robado «los sueños y la infancia», las muchachas iraníes seguían yendo a la escuela, estudiando y bailando en los recreos la canción de Sasy, desafiando sonrientes (no como Greta) a un régimen brutal que las condena a ser seres inferiores (hasta hace una semana no podía entrar ni a los campos de fútbol) sometidas por unas leyes tardomedievales que las anulan como seres humanos. Seguramente, esas niñas sueñan con la mitad de un cuarto de un tercio de la libertad que Greta puede disfrutar. Hay una parte del planeta a la que, en fin, esta sí les parece una valiente y conmovedora lucha en favor de la Humanidad.
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