Albert Rivera, que hace gala de una cintura para el giro digna del fabuloso Ricky Rubio, es ese político capaz de llevarse la contraria a sí mismo tantas veces como le convenga. En febrero de 2016, él y Sánchez eligieron la Sala Constitucional, una de las más solemnes del Congreso, para rubricar con pompa un acuerdo para investir al candidato socialista, vapuleado en las elecciones, como presidente de «un Gobierno de regeneración y progreso». Tres años después, Rivera giró en redondo y basó su campaña en un «no» frontal a aquel mismo Sánchez al que había apoyado encantado. En julio, su flamante aversión al líder del PSOE llegó al extremo de que saltándose las normas básicas de cortesía se negó a sentarse con él en las rondas de contactos.
Pero ya estamos en septiembre y llega el nuevo Rivera colección otoño-invierno. Albert andaba intranquilo. El naranja comenzaba a desteñir en las encuestas y él se había convertido en un personaje secundario en el gran teatro político. Tocaba un golpe de efecto, y ya ha llegado, sin tener siquiera el tacto de respetar que ayer y hoy el protagonismo correspondía al Rey y sus consultas. Escuchando al empresariado, y haciendo por fin lo que tenía que haber hecho tras las elecciones de abril, ayer el jefe de Cs ofreció una fórmula de apoyo a Sánchez para evitar otras elecciones o que el país sea rehén de separatistas y Podemos. Rivera ha tenido además el buen tino de plantear tres condiciones al presidente en funciones: no al indulto a los presos sediciosos y aplicación del 155 si el Ejecutivo catalán se niega a acatar la sentencia; un Gobierno nuevo en Navarra, de PSOE y Navarra Suma; y garantía de que Sánchez no subirá los impuestos.
Y ahora llegamos a un memorable alarde de jeta política. Sánchez, con faz de hormigón reforzado, se aprestó a recoger de inmediato el guante de Rivera y le respondió sin despeinarse que él ya cumple sus tres condiciones. Explicación tipo Barrio Sésamo, para todos los públicos: si Rivera le ha exigido un Gobierno en Navarra que no esté apoyado por nacionalistas y separatistas, ¿cómo puede decir Sánchez que ya cumple esa demanda cuando la socialista Chivite está sostenida por Bildu y Geroa Bai? Lo que hizo ayer Sánchez es señalar una botella de pacharán y proclamar impertérrito que es Fanta Naranja. Una vez más, se falta a la verdad con un desparpajo inédito. Además, la exigencia de no subir impuestos se da de bruces con el programa económico del PSOE y la línea roja de no indultar a los golpistas choca con la reiterada negativa del presidente a descartar esas gracias.
Sánchez, que quiere elecciones y por eso se fue a la hamaca de Doñana en agosto en lugar de buscar acuerdos, nunca desmontará el Gobierno de Chivite en Navarra. Así que Rivera conseguirá su objetivo -un par de días abriendo los telediarios-, sin necesidad de tener que dar luz verde a un Ejecutivo de Sánchez, algo que podría penalizarle en las urnas. Vislumbramos una España con los presupuestos de Montoro hasta 2021. La Nueva Política, como siempre, viento en popa.....Luis Ventoso
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