No hay día en que no lluevan los insultos a quien pretenda no votar a ninguno de los partidos hoy representados en el parlamento. Objeto de todos esos epítetos del desprecio son los españoles que en poco tiempo han adquirido la convicción o la esperanza de que hay una nueva opción política que tiene voluntad de representarlos a ellos. Que es Vox. Y de la que esperan que los defienda a ellos y a sus opiniones y sus intereses como ninguno lo ha hecho en pasadas legislaturas. Todos los días se suman nuevos fustigadores a la campaña que dirigen algunos ya realmente obsesivos. ¡Cuánto empeño en descalificar la libertad y la voluntad del prójimo! ¡Cuánta fatuidad en esas admoniciones! Que llegan a cuestionar la capacidad política, la madurez, el criterio y hasta la salud mental y la pertinencia del derecho de voto de todos aquellos que pudieran optar por votar a Vox. Los llaman fanáticos y patrioteros, pulseritas, idiotas y hasta agentes del sanchismo. Les conminan a la enmienda y a salvarse de sus bajos instintos no votando lo que desean sino lo que les digan las elites pensadoras y sofisticadas.
Poco favor hacen así a otros partidos con estas amargas letanías. Porque esta insistencia en que la salvación de España depende de que un número cada vez mayor de españoles no voten lo que quieren no tiene credibilidad y tampoco honradez intelectual ni política. Y menos aun cuando procede de quienes han jaleado y elogiado a los culpables de que la continuidad histórica de España y su régimen democrático estén hoy en grave peligro. En una crisis existencial comparable a las dos mayores tragedias que fueron la invasión napoleónica y la guerra civil. Estamos donde estamos porque el proyecto de cambio de régimen fraguado por la izquierda, el separatismo y el terrorismo bajo Zapatero recibió el visto bueno y la protección de un gobierno de Rajoy que tuvo la mayoría absoluta para acabar con él. Y estamos aquí porque el bolso de Soraya nos dejó en manos de un desaprensivo cómplice con todos los enemigos del régimen democrático y la nación.
El PP ha acometido cambios profundos bajo un Pablo Casado que tiene inmenso mérito dada la inmensa mochila de piedras heredada. Y recuperará fuerzas en campaña. Pero eso no basta. Porque ese partido sigue inmerso en los tóxicos efluvios del consenso político que le hace defender leyes ideológicas de la izquierda o políticas lingüísticas como la gallega. Casado ve el camino. Pero es Vox quien le ayuda a arrastrar en la dirección adecuada esa mochila que heredó de gobernantes que merecerían condena. La defensa eficaz de España, de su unidad nacional, su constitución, su lengua común y su libertad tiene aún posibilidad de éxito político e incruento gracias a esta revuelta popular nacional gestada desde 2017. Su incuestionable referente es Vox. Pedir que desaparezca es castrar la revuelta imprescindible para salvar a España. Es pedir que se suicide la esperanza.
La revuelta fue inicialmente una reacción al golpe de estado en Cataluña. Hoy es ya el inaplazable levantamiento popular en favor de la continuidad de la nación española y su democracia para derrotar la muy clara amenaza que supone un frente popular de socialistas radicales, comunistas, golpistas separatistas y filoetarras, liderado por un personaje sin escrúpulos ni freno moral ninguno. Vote cada español en conciencia y libertad a quien crea que le representará y defenderá mejor. Concentren los partidos y los medios sus campañas, no en insultar a su posible o imposible votante, sino en denunciar a quienes quieren destruir España y podrían tener después del 28A medios y tiempo para hacerlo.....Hermann Tertsch
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