El mester de progresía es incapaz de reconocer los valores del otro
Ni Churchill, ni De Gaulle ni Eisenhower. A la izquierda infantiloide que sufrimos en España no les gustan los militares en política. En la obsesión paranoica que les ha dado, los confunden con los franquistas que gobernaron España a golpe de corneta cuartelera. Como si los militares actuales, más y mejor formados que la inmensa mayoría de los políticos profesionales que solo saben medrar en los aparatos de sus respectivos partidos, tuvieran algo que ver con los del pasado. Fieles a su manía de garabatear caricaturas con trazo grueso, se empeñan en dibujar a los militares que entran en política con todos los atributos del franquismo. Siempre que no sea el podemita Rodríguez, claro está. En ese caso todo queda la mar de progre y la mar de bien. ¡Ay!
Los tres militares con los que arranca este perfil del aire que respiramos han pasado a la historia por méritos propios. Los tres salieron de las urnas, no de los cuarteles. Y sirvieron a sus respectivas naciones con el uniforme y sin el uniforme, desde la milicia y desde la política. Tres naciones de escasa trayectoria democrática: el Reino Unido donde se inventó este sistema, la Francia que no se entregó al nazismo y los Estados Unidos donde jamás han conocido una dictadura. Esto último no lo soportan esos progres ibéricos o carpetovetónicos, a elegir, que se pirran por gobernantes de uniforme como Stalin, Mao, Castro o el mismo Hugo Chávez.
Que los militares actuales están sobradamente preparados es algo que salta a la vista. Y que pueden ayudar al desarrollo y la modernización de España desde fuera del Ejército, también. Pero el mester de progresía es incapaz de reconocer los valores del otro. Es una limitación que lastra las ideas de estos sectarios imposibilitados para asimilar el mérito ajeno. Capacidad de organización, lealtad y fidelidad a la palabra dada, disposición en todo momento para servir al bien común, disciplina basada en la aceptación de unas normas igualitarias, y un código de honor que nada tiene que ver con la corrupción a la que se acostumbran los profesionales del politiqueo en cuanto llegan al poder. Eso es lo que no soportan los que critican a los militares que han dado un paso al frente haciendo uso de ese valor que levanta sarpullidos en los que se preguntan, con Lenin, para qué sirve la libertad.
Y en cuanto a la andanada que han soltado estos nostálgicos del régimen anterior que están desando asistir a la exhumación del cadáver de Franco para enfrentarse a él, un dato objetivo que hay que enunciar con la guasa propia del caso. Vamos a ver, queridas criaturas… Que un militar en la reserva se presente a unas elecciones por un partido político no es retroceder en el tiempo. Entre otras razones, porque eso no se estilaba durante el franquismo. Ningún militar de aquella época se presentó a unas elecciones democráticas. ¿Por qué? ¡Pues porque no se votaba, entrañas mías! Como tampoco se presentaban en la URSS, en China o en Cuba, tres países que os gustan tanto porque nunca los gobernaron militares como Churchill, De Gaulle ni Eisenhower.....Francisco Robles
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