El objetivo de acordar el mejor equipo posible para dirigir las instituciones europeas es una cuestión de responsabilidad
El Consejo Europeo ha ganado el primer asalto frente al Parlamento, al rechazar los candidatos que proponía para presidir la Comisión. Una vez más, hemos visto a la cámara de Estrasburgo demasiado segura de sí misma, a pesar de que el resultado de los comicios la ha convertido en más irrelevante. Su sistema de «candidatos designados» que triunfó en 2014 es posible que haya sido flor de una legislatura. Si las elecciones europeas sirvieran para elegir un gobierno comunitario, la lógica intergubernamental cedería ante la democracia europea y sería mucho más interesante votar en unos comicios que siguen despertando poco interés. Pero vivimos en una Unión deshilachada y el reparto de poder tendrá lugar a final de mes en formato de riña inter-gubernamental, con cierto caos y cada presidente haciendo valer el peso político y económico de su país. El objetivo de acordar el mejor equipo posible para dirigir las instituciones europeas es una cuestión de responsabilidad, ante la delicada situación interna de la Unión y las turbulencias en el panorama internacional.
Para los que siguen hablando por pereza mental del tándem franco-alemán, cada día es más patente que Alemania manda en la pareja y Francia hace como que tiene la iniciativa, en desigualdad creciente. Mientras Merkel se mantenga en la cancillería, todos hablamos alemán, como escribe en sus memorias el anterior embajador británico en Berlín. Llama la atención, por cierto, que después de treinta y tres años de participación plena en la integración europea no haya ni un candidato español a presidir la Comisión, el Consejo Europeo o el Banco Central (este último sin duda es el puesto más relevante). No obstante, con el Reino Unido, Italia y Polonia desaparecidos del puesto de mando de la UE, el gobierno de Pedro Sánchez tiene una oportunidad clara de pesar más en Bruselas. El antieuropeísmo de Podemos y el de Vox, ambos formulados con una profunda ignorancia sobre la realidad comunitaria, son amenazas sin visos de crecimiento. Es cuestión de ambición y de atreverse a salir de la tutela de París para hablar con voz propia...José M. de Areilza
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