Si apenas negocia, gobierna lo justo y no rinde cuentas al Congreso, ¿a qué dedica el tiempo el presidente?»
Mañana se cumplirá un mes desde las elecciones de mayo. Y el próximo sábado España sumará dos meses con un Gobierno en funciones o, lo que es lo mismo, un Ejecutivo que no es ejecutivo porque no puede poner en marcha ningún tipo de medida política. Y tras todas estas semanas, es desconcertante que Pedro Sánchez sea incapaz de fijar un día para someterse al debate de investidura.
Es difícil concluir a qué está dedicando el tiempo el líder socialista, aparte de hacer deporte en La Moncloa y realizar algún que otro viaje internacional. ¿Agenda diaria de negociaciones hasta desfallecer? Eso cabría esperar. Pero no lo parece. Podemos, su socio preferente, se queja de que las reuniones entre Pablo Iglesias y Sánchez se cuentan con los dedos de una mano -y sobran dedos-. Y que en ninguna de ellas el presidente ha hecho ni siquiera el ademán de arremangarse para limar las aristas. Tampoco se está entregando en cuerpo y alma a la búsqueda de otros socios. Con Pablo Casado se ha citado aún menos -ayer por última vez y básicamente para hacer el paripé-, y no puede decirse más de sus contactos con Albert Rivera. Las conversaciones con los demás líderes parlamentarios se las ha dejado a José Luis Ábalos y Adriana Lastra.
Pero sigamos. Como jefe de un Ejecutivo en funciones no puede ir más allá del despacho ordinario de asuntos públicos. Y está libre de acudir al Congreso a comparecer y someterse a los controles parlamentarios. No es que se le vea mediando entre Donald Trump y Ali Jamenei para intentar evitar que su pulso desemboque en una nueva guerra. Ni dedicándose a atemperar la contienda comercial abierta entre Estados Unidos y China. Así pues, si apenas negocia, gobierna lo justo, no rinde cuentas y no es un gran actor internacional. ¿A qué dedica el tiempo Pedro Sánchez? ¿Qué le parece más importante que cumplir el encargo del Rey y formar gobierno? ¿O es que su gran estrategia pasa por esperar a que la presión sobre sus socios le acabe facilitando la investidura?
Perdonen, pero ni el país ni el mundo están como para que estemos sin gobierno. España es la segunda nación europea con más paro de la Unión, las salidas a Bolsa han frenado en seco, el Brexit sin acuerdo parece estar a la vuelta de la esquina, las dudas sobre el crecimiento económico acechan a la Eurozona y la incertidumbre crece a nivel mundial. Y, mientras tanto, los españoles llevamos desde el 29 de abril aguardando a que el presidente ponga en marcha el reloj de la democracia. Pero igual que en «Esperando a Godot» pasan los días y no aparece. ¿Cómo es posible que, a estas alturas, y con varias combinaciones parlamentarias posibles, Sánchez no sea capaz de asegurar a los ciudadanos si formará o no gobierno, y ni siquiera cuándo prevé intentarlo?
No caben más excusas ni más retrasos. Hasta el año 2015, la duración media de un gobierno en funciones era de 36 días. Tras las elecciones de 2015 y la llegada del multipartidismpo, Rajoy tardó 33 jornadas en declinar el encargo del Rey. Sánchez suma hoy 58 días y seguimos sin saber qué tiene pensado hacer. Es comprensible que se haga el estrecho ante la pretensión de Iglesias de entrar en el Gobierno -Dios nos libre de tenerlo sentado en el Consejo de Ministros- pero, viendo que esa estrategia no le da resultado, o se entrega a negociar en serio o fija fecha para el debate de investidura. Lo que no cabe es seguir en la poltrona, manteniendo a España a la espera de Godot...Ana I. Sánchez
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