Cada momento es distinto para un país y Rivera no ha sabido leer ninguno desde que desembarcó en Madrid
Un año pasa tan rápido que parece que hayas estado soñando yAlbert Rivera se acostó presidente el 20 de mayo, acunado por el himno de España que le cantó a capella Marta Sánchez, y está estos días teniendo un mal despertar porque no sabe estar a la altura de la responsabilidad que los españoles le han otorgado.
Se acostó presidente el 20 de mayo y su primera pesadilla fue que la moción que él y sólo él provocó no acabó en elecciones sino con Pedro Sánchez en La Moncloa. Tras las elecciones de abril se vio como jefe de la oposición pero tras las municipales de mayo tuvo la doble resaca de tener que hacerle los coros a PP y Vox en la mayoría de ayuntamientos y comunidades; y de afrontar responsabilidad de sacrificarse para evitarnos que la extrema izquierda llegue al Gobierno.
En las noches electorales los españoles no sólo damos cargos sino un rol a cada cual. Rivera no entendió su rol en 2015, pactó con Pedro Sánchez para matar a Rajoy y perdió 8 diputados. Lo entendió mejor tras la repetición electoral pero tan a regañadientes que acabó propiciando la llegada de los socialistas al poder, y aunque casi dobló en mayo su representación parlamentaria, quedó muy lejos de aquel 30% de los votos que le prometían las encuestas y con que soñaba a ser presidente.
No se trata de bipartidismo, ni de bifrentismo sino de que los dos grandes partidos -y si puede ser, Ciudadanos, también- entiendan que España necesita cambiar de paradigma y grandes mayorías para asentar los profundos cambios con que tendremos que afrontar. No es que seamos un desastre, ni que lo hayamos hecho todo mal, pero siempre de vez en cuando cada país necesita reunir sus fuerzas para proyectar lo que es al futuro.
Ni Sánchez puede administrar con mezquindad que le toca a él ser presidente, ni a Casado y a Rivera les puede faltar generosidad ni visión de Estado. Casado hace semanas que lo ha entendido y el lunes en Moncloa le ofreció al presidente pactos de legislatura en infraestructuras, en fiscalidad, en Navarra y en Cataluña. Se ofreció a pactarlo todo menos la investidura, «porque España no puede quedarse sin alternativa». Le corresponde a Rivera cumplir con la misión fundacional de Ciudadanos, que no es otra que la de apoyar a los dos grandes partidos en su gobernabilidad para evitar que tengan que depender de las formaciones nacionalistas ni de otros populismos (suponiendo que Ciudadanos no se haya convertido en uno de ellos).
Pero un Rivera ensimismado, Narciso ante el espejo, inútil gacela huyendo del cazador inevitable, está en su «no es no» frentista y simplón, presumido, egoísta, pueril, como si no hubiera aprendido de sus resacosos despertares desde que dulcemente se durmió con la nana de Marta. Cada momento es distinto para un país y Rivera no ha sabido leer ninguno desde que desembarcó en Madrid, y lo bueno que hizo al principio en Cataluña lo ha malversado por su ambición sin causa, por tener más orgullo que dignidad y por estar convencido de que España es su fulana: y es a la inversa, Albert.
Ciudadanos fue un proyecto intelectual y buscaron al azar a un líder que lo encarnara. Cuando digo «al azar» no exagero, porque lo hicieron por sorteo alfabético. Rivera lo intenta convertir en un reflejo personal de azarosa ideología -la que a cada momento le convenga-, y como todo lo presuntuoso no le va a funcionar.......Salvador Sostres
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