Lo contrario de la libertad es el caos. Cualquier revolución contra una democracia es antidemocrática.
La ignorancia de qué es un Estado y el concreto Estado de España es el dramático error estructural del catalanismo político, que siempre ha calculado mal sus fuerzas y hoy se vuelve a equivocar. «Europa no tolerará muertos», dicen los independentistas, cuando la gran especialidad de la Unión es asistir impávida a los recuentos de cadáveres. Hay una Cataluña que no logra aprender de sus errores y necesita sufrir cada vez para recordar hasta qué punto es letal desafiar a un Estado desde la provinciana mezcla de arrogancia y frivolidad con que el secesionismo cree que el mundo no tiene otro trabajo que mirarle.
Europa es un club de Estados que se ayudan entre ellos y que protegerán a su socio, que es España, aunque sólo sea porque es el mejor modo de protegerse a ellos mismos: al fin y al cabo no sólo Europa le permitirá al Gobierno hacer lo que tenga que hacer para defenderse sino que es otra tragedia del independentismo no entender que, más que a España, está desafiando a la idea fundamental de la Unión Europea.
Aunque algunos independentistas han abiertamente explicado que quieren muertos porque creen que con sangre excitarán más a las masas, la característica del presidente Rajoy y de las fuerzas y cuerpos de seguridad es defender nuestras vidas y nuestras libertades y en ello han puesto su mejor empeño todos estos años. Pero es naif, tribal e invertebrado pensar que no tendrá un final francamente desagradable quien cometa la temeridad de ponerse en el camino de la implacable maquinaria del Estado.
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Tras la operación de la Guardia Civil, la tensión política por el referéndum se ha disparado en los centros
El proceso independentista, y las reacciones tras la intervención de la Guardia Civil el pasado miércoles, han disparado la tensión en los centros escolares. «En mi instituto ha sido el director el que ha dado permiso a los alumnos para que abandonen la clase y vayan a una manifestación. Esto es un adoctrinamiento partidista puro y duro», denuncia a ABC uno de los profesores de un centro del barrio de Pedralbes de Barcelona, que como todos quienes tratan de llevar adelante su profesión al margen de la política, asiste con preocupación a una escalada que se está dejando notar. Si en muchas salas de profesores ya hace tiempo que no se habla de política para evitar el conflicto, en los últimos días la incomodidad ha ido a más.
Para muchos, la implicación de los niños en actividades de tipo político es una «línea roja que jamás debería cruzarse». «Animar a los alumnos a traer banderas independentistas a clase e incitarles a protestar y dejar las clases es inaudito y no debe permitirse», denuncian a ABC padres de una escuela de Sant Boi de Llobregat.
«En algunos centros educativos están aprovechando la coyuntura política para adoctrinar a los alumnos y llevarlos a su causa», añadía un profesor de Historia de un instituto de Barcelona, que como la mayoría de quienes se pronuncian optan por prudencia por no dar su nombre
Sedes en el aire
A través de las redes sociales también se difunden casos concretos, como el de un miembro de la Guardia Civil con varios años de estancia en Cataluña y que lamentaba que «en el colegio al que van mis hijos les marcan porque yo no les dejo que asistan a las manifestaciones que están surgiendo espontáneamente en algunos centros (...) Llevo mucho tiempo en Cataluña y es la primera vez que me pasa».Ala preocupación por el mal ambiente que se está generando en las escuelas e institutos se añade el temor a que la apertura de los centros el 1-O pueda acarrear consecuencias legales: «Mi centro será sede electoral, según la Generalitat, y al director no le han dicho nada. Está perplejo y angustiado. No sabe cómo actuar», afirma el profesor de un instituto de Santa Coloma de Gramenet.
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MRF
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