Los sondeos a pie de urna, hechos públicos apenas cerraban los colegios electorales, señalan que la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel ha ganado de nuevo las elecciones alemanas con el 33,5% de los votos,
un resultado muy cómodamente por delante de su principal contrincante,
el Partido Socialdemócrata (SPD), que solamente el 21% de los votos,
pero con una sustancial pérdida de votos desde 41,5% de las elecciones
de 2013. En la Casa Konrad Adenauer, este resultado no ha sid recibido
con demasiada alegría. Si el recuento de los votos confirma estos datos,
solamente son posibles dos coaliciones de gobierno: o bien una
reedición de la gran coalición con los socialdemócratas, con los que
suman aproximadamente un 55% de los votos y que no haría honor a ese
nombre sino que sería más bien una pequeña coalción, o el experimento de
la «coalición Jamaica», una asociación a tres bandas con los liberales
del FDP y con Los Verdes.
Para el candidato socialdemócrata, Martin Schulz, el resultado es especialmente negativo. Tras una subida en las encuestas que amenazaba incluso con desplazar a Merkel de la cancillería de Berlín, en el momento de anunciar su candidatura, habría obtenido solamente el 21% de los votos, en sus peores niveles de la historia de la República Federal y lejos de cualquier acuerdo de gobierno con otro partido que no sea el de Merkel.
Las grandes celebraciones tiene lugar a esta hora en las sedes de los partidos más pequeños. Alternativa para Alemania (AfD), de posiciones anti euro y anti extranjeros, tiene el 13% de os votos y entrará en el Bundestag aproximadamente con 80 escaños «¡Lo hemos conseguido! ¡Estamos en el Bundestag y desde ahí vamos a cambiar este país!» ha dicho en una primera reacción y solamente con las encuestas a pie de urna uno de sus dos candidatos, el ex miembro de la CDU Alexander Gauland, agradeciendo en medio de una gran fiesta improvisada el trabajo de todos los voluntarios.
La llegada de AfD al Bundestag asegura un cambio de tono y de cultura parlamentaria en Alemania, dada la forma de hacer política que han mantenido durante la campaña electoral y que han prometido trasladar a la moqueta azul del Bundestag. En la noche de cierre de campaña, seguidores de AfD reventaron el mitin de Merkel con silbatos y caceroladas y en las últimas horas antes de la campaña han inundado las redes sociales con vídeos en los que se acusa a la canciller alemana de ser la culpable de asesinatos y violaciones de mujeres alemanas. También en las últimas horas la cúpula del partido ha mostrado una gran división y está por ver si esta noche aparece en la sede o no la ex presidenta y todavía miembro de la directiva Frauke Petry. Gauland ha salido a hacer sus primeras declaraciones escoltado por Beatrix von Storch, eurodiputada de AfD y nieta de un ministro de Finanzas de Hitler, que por su parte ha dicho que «Ha llegado el momento de devolver Alemania al lugar que no debió abandonar y ahora tenemos en mandato parlamentario para hacerlo».
También en la sede del Partido Liberal (FDP) el ambiente es de fiesta. Superada la depresión de 2013, cuando después de formar coalición de gobierno con el socialdemócrata Gerhard Schröder quedaron por debajo del 5% de los votos y por tanto fuera del parlamento, vuelven a ocupar sus escaños con un 10% de los votos, un porcentaje que les permite optar al puesto de socio menor en una coalición de gobierno.
Los verdes, por su parte, con el 9,2% de los votos, no están satisfechos pero respiran con alivio después de que algunos de los últimos sondeos los hubiesen descartado como partido parlamentario. Quedan a la par con Die Linke (La Izquierda), que con el 9% de los votos apenas puede hacer una oposición efectiva.
Merkel, por tanto, sale debilitada de estas elecciones, pero con la confianza del electorado alemán para afrontar cuatro años más de gobierno y mantener, como ha prometido, la estabilidad de Alemania. Su contrapeso a las propuestas de «refundación de Europa» que el francés Macron está a punto de presentar será más o menos la misma si se asocia con los socialdemócratas o con liberales y verdes, pero la pérdida de votos respecto a la anterior legislatura propulsa la influencia de Macron en la UE, donde tradicionalmente es Alemania la que marca el ritmo mientras Francia toca la melodía, pero que podría comenzar a bailar a partir de ahora a un ritmo un poco más francés.
El ascenso de la extrema derecha, similar a este, lo hemos visto en otros países vecinos, como Holanda o Austria, pero esos casos no son comparables a Alemania por la historia de este país y por la importancia y dimensión de la influencia de Alemania en la UE. Expertos como Manfred Gülllner, directo del instituto demoscópico Forsa, consideran que se trata de un fenómeno político coyuntural «que se beneficia de un voto protesta, pero que terminará siendo con el tiempo políticamente irrelevante, como ocurre con el NPD», en referencia al partido de clara orientación neonazi que no ha obtenido nunca presencia parlamentaria. Güllner destaca también en este resultado que en estas elecciones han votado más alemanes de mayor edad que nunca porque «son los primeros comicios en los que se deja sentir el cambio demográfico», y considera que también hay elementos de análisis positivos en la irrupción de AfD en la política alemana, como por ejemplo que «la repolitización de Alemania en estas últimas semanas es un síntoma saludable para la democracia alemana, aunque el tono agresivo y antidemocrático hará recular a muchos votantes que solo deseaban protestar en las urnas».
http://www.abc.es/
MRF
Para el candidato socialdemócrata, Martin Schulz, el resultado es especialmente negativo. Tras una subida en las encuestas que amenazaba incluso con desplazar a Merkel de la cancillería de Berlín, en el momento de anunciar su candidatura, habría obtenido solamente el 21% de los votos, en sus peores niveles de la historia de la República Federal y lejos de cualquier acuerdo de gobierno con otro partido que no sea el de Merkel.
Las grandes celebraciones tiene lugar a esta hora en las sedes de los partidos más pequeños. Alternativa para Alemania (AfD), de posiciones anti euro y anti extranjeros, tiene el 13% de os votos y entrará en el Bundestag aproximadamente con 80 escaños «¡Lo hemos conseguido! ¡Estamos en el Bundestag y desde ahí vamos a cambiar este país!» ha dicho en una primera reacción y solamente con las encuestas a pie de urna uno de sus dos candidatos, el ex miembro de la CDU Alexander Gauland, agradeciendo en medio de una gran fiesta improvisada el trabajo de todos los voluntarios.
La llegada de AfD al Bundestag asegura un cambio de tono y de cultura parlamentaria en Alemania, dada la forma de hacer política que han mantenido durante la campaña electoral y que han prometido trasladar a la moqueta azul del Bundestag. En la noche de cierre de campaña, seguidores de AfD reventaron el mitin de Merkel con silbatos y caceroladas y en las últimas horas antes de la campaña han inundado las redes sociales con vídeos en los que se acusa a la canciller alemana de ser la culpable de asesinatos y violaciones de mujeres alemanas. También en las últimas horas la cúpula del partido ha mostrado una gran división y está por ver si esta noche aparece en la sede o no la ex presidenta y todavía miembro de la directiva Frauke Petry. Gauland ha salido a hacer sus primeras declaraciones escoltado por Beatrix von Storch, eurodiputada de AfD y nieta de un ministro de Finanzas de Hitler, que por su parte ha dicho que «Ha llegado el momento de devolver Alemania al lugar que no debió abandonar y ahora tenemos en mandato parlamentario para hacerlo».
También en la sede del Partido Liberal (FDP) el ambiente es de fiesta. Superada la depresión de 2013, cuando después de formar coalición de gobierno con el socialdemócrata Gerhard Schröder quedaron por debajo del 5% de los votos y por tanto fuera del parlamento, vuelven a ocupar sus escaños con un 10% de los votos, un porcentaje que les permite optar al puesto de socio menor en una coalición de gobierno.
Los verdes, por su parte, con el 9,2% de los votos, no están satisfechos pero respiran con alivio después de que algunos de los últimos sondeos los hubiesen descartado como partido parlamentario. Quedan a la par con Die Linke (La Izquierda), que con el 9% de los votos apenas puede hacer una oposición efectiva.
Merkel, por tanto, sale debilitada de estas elecciones, pero con la confianza del electorado alemán para afrontar cuatro años más de gobierno y mantener, como ha prometido, la estabilidad de Alemania. Su contrapeso a las propuestas de «refundación de Europa» que el francés Macron está a punto de presentar será más o menos la misma si se asocia con los socialdemócratas o con liberales y verdes, pero la pérdida de votos respecto a la anterior legislatura propulsa la influencia de Macron en la UE, donde tradicionalmente es Alemania la que marca el ritmo mientras Francia toca la melodía, pero que podría comenzar a bailar a partir de ahora a un ritmo un poco más francés.
El ascenso de la extrema derecha, similar a este, lo hemos visto en otros países vecinos, como Holanda o Austria, pero esos casos no son comparables a Alemania por la historia de este país y por la importancia y dimensión de la influencia de Alemania en la UE. Expertos como Manfred Gülllner, directo del instituto demoscópico Forsa, consideran que se trata de un fenómeno político coyuntural «que se beneficia de un voto protesta, pero que terminará siendo con el tiempo políticamente irrelevante, como ocurre con el NPD», en referencia al partido de clara orientación neonazi que no ha obtenido nunca presencia parlamentaria. Güllner destaca también en este resultado que en estas elecciones han votado más alemanes de mayor edad que nunca porque «son los primeros comicios en los que se deja sentir el cambio demográfico», y considera que también hay elementos de análisis positivos en la irrupción de AfD en la política alemana, como por ejemplo que «la repolitización de Alemania en estas últimas semanas es un síntoma saludable para la democracia alemana, aunque el tono agresivo y antidemocrático hará recular a muchos votantes que solo deseaban protestar en las urnas».
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