Con los zapatos llenos de polvo, pero con la ilusión impoluta, subían ayer miles de aficionados rojiblancos la cuesta hacia su flamante estadio. Los caminos de tierra y las aceras a medio terminar no restaron encanto a la cita. Quedan detalles por culminar, pero el Wanda Metropolitano dominó, más que nunca, el horizonte de San Blas-Canillejas. Ha estado allí, inerte, desde hace una década, en un distrito que vio desvanecerse el sueño olímpico y que, ahora, espera su particular revolución. El Atlético de Madrid estrenó su nuevo templo y sus vecinos una nueva forma de vivir los fines de semana.
El silencio que solía llenar las calles de esta zona de la capital a la hora de la siesta se vio roto por los cánticos, el jolgorio y las columnas de aficionados que recorrieron las calles y avenidas para llegar a su nuevo templo entre fuertes medidas de seguridad. En total, 1.300 efectivos entre Policía Nacional, Municipal, Guardia Civil, Samur-Protección Civil, Cruz Roja, y vigilantes y auxiliares de seguridad del propio club que desplegaron un enorme dispositivo varios kilómetros alrededor del estadio de acuerdo a la alerta 4 antiterrorista.
«Tenemos que aprender a convivir con este ajetreo. Hasta ahora el barrio era muy tranquilo. A veces, demasiado. Creo que la llegada del estadio va a traer muchas cosas buenas e, inevitablemente, algunas malas», opinaba ayer Carlos Serna, vecino de la calle de Suecia que desemboca frente al Wanda Metropolitano.
El primer enfrentamiento del club colchonero contra el Málaga sirvió de ensayo para saber lo que le espera los fines de semana al distrito. Una de las preocupaciones de quienes viven en la zona es la movilidad. A pesar de que el transporte público intentará paliar los colapsos de tráfico y los problemas de aparcamiento –la línea 7 de Metro puso en circulación trenes capaces de transportar hasta 25.000 viajeros en 45 minutos y la EMT un servicio especial desde Canillejas–, los accesos por la M-40 fueron complicados. Hasta el propio autobús del Atlético se vio inmerso en un atasco un par de horas antes de que arrancara el encuentro.
El aparcamiento fue otro quebradero de cabeza. Quienes, desesperados, dejaron mal aparcado su vehículo en las inmediaciones pudieron terminar la fiesta recogiéndolo en el depósito municipal. Una veintena de grúas del Ayuntamiento se emplearon a fondo para despejar pasos de peatones, giros y aceras. Ante este escenario, muchos vecinos han optado por sacar rédito de sus garajes privados. «Plazas a escasos metros del Wanda Metropolitano», anunciaba ayer un folleto en los parabrisas de los coches mal aparcados.
Las plazas en alquiler se encuentran desde 25 euros –con derecho a usarla solo la tarde del partido– hasta los 120 euros al mes. «Hasta hora encontrabas plazas por 60 euros. Han duplicado su precio en cuestión de días», explica uno de los anunciantes, que prefiere mantener su anonimato.
Los locales libres de la zona también han sufrido importantes subidas de precio. «Desde que se supo con seguridad que venía el Atlético volaron los pocos que había disponibles», comenta un camarero del bar Zapatones, muy próximo al estadio.
El grueso de los bares se encuentra en la calle de Suecia. Esta arteria del barrio de Las Rosas se convirtió ayer en el epicentro de la fiesta. La previa del partido se vivió especialmente en sus soportales. La zona atrajo, desde el mediodía, a muchos más aficionados de los que puede acoger el estadio –su capacidad es para 68.000 espectadores–. «Aunque no tenemos entrada, no podíamos perdernos el primer día del Atlético en su nueva casa. Veremos el partido en algún bar», dijo a ABC Esther, una joven aficionada.
La hostelería de la zona ha aprovechado el tirón del nuevo estadio. «Están pidiendo 2,50 por una caña. Han subido los precios porque saben que los que vengan lo van a pagar», comenta un grupo de vecinos que bajó de sus pisos para «ver el espectáculo». Muchos bares sacaron barras móviles a las aceras con grifos de cerveza y mesas con bocadillos para llevar. Los hosteleros ya han diseñado ofertas para los días de partido y muchos de ellos se acercaron ayer al estadio para repartir folletos entre los aficionados. Cada negocio del barrio ha intentado sacar beneficio de la novedad. «Los bazares de chinos se están poniendo las botas a vender bufandas del Atlético y las pastelerías están haciendo pícnics para llevar al campo», cuentan. Las terrazas estaban a reventar.
Los vecinos temen la parte negativa de todo este jolgorio. El botellón apareció de forma espontánea en zonas verdes que, hasta ahora, ocupaban las familias. En los parques, acompañados además del sol y la temperatura agradable de la tarde de ayer, proliferaron grupos de hinchas bebiendo alcohol antes de entrar al campo. «Lo van a dejar todo perdido. Con eso ya contamos», se resignan los vecinos. «Hay mucha Policía Municipal, pero están haciendo la vista gorda con los botellones y con los guarros que orinan detrás de los setos», opinan.
No obstante, esperarán a que pase la resaca del partido inaugural. «Ha venido mucha más gente de la que cabe en el estadio. El primer partido solo sirve para hacerse una idea, pero no creo que sea así siempre», prevén con el deseo de que la llegada del Atlético de Madrid sea todo un revulsivo para su barrio.
http://www.abc.es/
MRF
No hay comentarios:
Publicar un comentario