La prensa, un servicio esencial
Usted y yo aún nos tenemos el uno al otro. Siempre he pensado que escribir es hacernos compañía y en estos días de confinamiento, escribir periódicos, y leerlos, es uno de los mejores antídotos contra el ansia y la soledad. Desde la redacción habitual los que es imprescindible que vayan, y el resto desde nuestras casas, intentamos ofrecerles lo mejor de la parte aún operativa de nuestras vidas. El periodismo es uno de los primeros deberes de una sociedad libre y más cuando acechan la incertidumbre, el miedo y el caos. Usted y yo aún nos tenemos el uno al otro pero no sería posible sin los valientes repartidores de periódicos, que continúan haciendo cada día su trabajo, frenteando heroicamente
las circunstancias. Sin ellos seríamos menos libres y estaríamos más solos. Hay oficios más llamativos y otros más opacos. Si algo bueno tiene esta crisis es que estamos aprendiendo a valorar demasiados aspectos de nuestras vidas que antes ni siquiera veíamos o dábamos por descontados. Todavía hay muchos españoles que estructuran su día, lo que piensan y lo que sienten, a partir de su periódico: y que necesitan tocar el papel porque internet les parece un mundo raro -y créanme que en cierto modo lo es-. Hacía muchos años que no pensaba en el repartidor de mi periódico y hoy es uno de los pocos vínculos que nos quedan con lo que sucede. También con la esperanza, que la hay, y cada día está más cerca de concretarse, aunque cueste de ver en esta fase en que las cosas tienen aún que empeorar antes de empezar a mejorar. La primera buena noticia, que no tardará tanto, se la traerá el repartidor de su periódico cualquier mañana en las próximas semanas. Si la disciplina, la autoexigencia y la solidaridad serán la base de nuestra recuperación, el compromiso de no olvidarnos nunca más de los soldados de nuestra cotidianidad tendría que añadirse a nuestros renovados hábitos de higiene cívica y moral. Que este tiempo detenido nos enseñe a entender y apreciar lo que verdaderamente importa, a los que nos hacen la vida mejor y a veces hasta simplemente posible. No nos cansemos nunca de dar las gracias, y que un plus de humanidad, de reconocimiento, de generosidad y de ternura nos ayude a compensar este pánico que de repente nos da el otro, este aislamiento, este silencio, esta sensación de que este mundo es «el peligro» cuando es en realidad la más bella historia de amor jamás contada.....
Salvador Sostres
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