Lástima que un país con estas virtudes esté liderado por políticos que han convertido el liderazgo en narcisismo y autojustificación»
La pandemia provocada por el COVID-19 está mostrando los valores de los españoles y la fortaleza de nuestra sociedad. Somos disciplinados, solidarios y tenemos espíritu de sacrificio. Miramos la vida de frente y pasamos este confinamiento de la mejor manera posible, con mucho sentido del humor y ganas de pasar página. No tenemos miedo porque soportamos el dolor que lo produce.
Lástima que un pueblo con estas virtudes esté liderado por políticos que han convertido el liderazgo en narcisismo y autojustificación. Líderes incapaces de decir la verdad, porque piensan que los españoles somos menores de edad a los que hay que ocultarles o edulcorarles la realidad. En definitiva, nos consideran tan frágiles que nos gobiernan de manera paternal. Nos protegen para que no suframos mientras el barco se hunde, nuestra vida cambia radicalmente y el escenario con el que vamos a encontrarnos próximamente será muy distinto al actual, lleno de incertidumbres y problemas que sabremos resolver.
Algunos piensan que el liderazgo social se ejerce con largas comparecencias y declaraciones vacías de contenido que abundan en lugares comunes y desvían las culpas hacia otros actores y naciones. En cambio, los líderes que se necesitan ahora y siempre nunca actúan de forma paternalista. Los ciudadanos tenemos suficiente madurez y capacidad para juzgar los hechos y asumir las consecuencias de la realidad tal como es. No necesitamos paños calientes y frases que se pierden en el aire, cuyo sentido es adornar un discurso sin contenido y patético. Si alguien asume la responsabilidad de coordinar los medios para salir de una situación de crisis, debe aprender qué sentido tiene la palabra coordinar, «disponer ordenadamente una serie de cosas de acuerdo con un método o sistema determinad» y, también, «combinar medios técnicos y personas y dirigir sus trabajos para llevar a cabo una acción común».
Desde el otro lado de la pantalla o del receptor de radio, o del ordenador, cuando se escucha a nuestro presidente uno tiene la sensación de vivir en una nación irreal. Un país en el que su máxima autoridad política no sabe disponer los medios que tiene a su disposición de una manera determinada, para conseguir alcanzar el objetivo que se propone y que beneficia a todos. Lo que se percibe tras las palabras y los hechos es que sabe muy bien descoordinar lo que está coordinado. Sabe actuar de forma sectaria evitando la cooperación y el trabajo conjunto de unas administraciones con otras. Es un experto en culpar a todos para ocultar su propio fracaso, pérdida de credibilidad y falta de previsión. Acusa siempre en el mismo sentido para tratar de salvar su imagen y preservar su puesto en la cabecera de la mesa del consejo de ministros. Puede más su afán de seguir en La Moncloa que su compromiso con los españoles para superar esta crisis. Además, se rodea de un grupo de colaboradores-aduladores que dicen y hacen lo que quiere y le conviene al gobierno. Vamos siempre a remolque ocupando el triste segundo puesto mundial en el número de muertos. Nuestros vecinos actúan de forma coordinada y cooperativa poniendo todas sus energías para conseguir que la curva no se incremente y siga paralela al eje de abscisa. Esta eficacia la califican de actitud acaparadora e insolidaria. Cuando lo que hacen los otros gobiernos es conseguir medios para atender a los ciudadanos de los que son responsables y con los que están comprometidos.
Es la hora exigir a los que han asumido el liderazgo que digan la verdad, que no desvíen la atención hacia otros asuntos y otras instituciones y asuman las consecuencias de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad a un pueblo que no quiere escuchar más retórica hueca, noticias incompletas y verdades a medias. Por el contrario, los deseos de todos españoles se resumen en superar esta pesadilla y volver a la normalidad perdida estos días. ¿Tan complicada es la tarea?....
Salvador Rus Rufino
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