Una de las consecuencias de esta crisis sanitaria es que los expertos han perdido buenaparte de su credibilidad
Lord Kelvin, un científico británico eminente, dijo en una conferencia en 1900: «Ya no hay nada nuevo que descubrir en la física. Lo único que nos resta es hacer mediciones cada vez más exactas». Pocos años después, la teoría de la relatividad de Einstein y la irrupción de la física cuántica pusieron en evidencia que Kelvin estaba totalmente equivocado.
Muchos de los principios que este investigador daba por indiscutibles son hoy cuestionados o son explicados mediante saberes que no existían hace medio siglo. Por ejemplo, el descubrimiento de los quarks o del bosón de Higgs han cambiado nuestra concepción sobre la estructura de los átomos. Hoy se admite que más del 90% del Universo está formado por una materia y
una energía oscura de las que lo ignoramos todo.
Donald Rumsfeld, el halcón de Bush, decía una frase que ilustra muy bien lo que nos está sucediendo: «Sabemos lo que conocemos. Y también sabemos que hay cosas que no conocemos. Pero también está lo que no sabemos que no conocemos».
Y esta pandemia del coronavirus se encuadra en este último concepto. No sabemos el origen del contagio, por qué es tan rápido en su propagación, por qué afecta a unas personas y a otras no, por qué España tiene un nivel de casos muy superior al de otros países europeos y tampoco existe un tratamiento efectivo o una vacuna que lo combata. En resumen, cuando estalló la pandemia, no sabíamos lo que no sabíamos.
El tiempo ha puesto en evidencia a los muchos expertos y epidemiólogos que hace un mes predecían que el coronavirus sería controlado y que España tenía un sistema sanitario que nos permitiría afrontarlo con pocos daños. Yo me lo creí.
La pregunta es: ¿esos técnicos hablaban en nombre de la ciencia o se dejaban llevar por lo políticamente correcto? Si lo segundo es cierto, eso impidió tomar unas medidas que probablemente hubieran contenido la expansión del virus.
Una de las consecuencias de esta crisis sanitaria es que los expertos han perdido buena parte de su credibilidad. Contra lo que sostienen algunos, ha quedado demostrado que se ocultaban detrás de la ciencia para tapar su desconocimiento.
No es momento de buscar responsabilidades ni de extremar la crítica, pero es imposible ignorar que muchas de las cosas que dijeron algunos políticos y de las promesas que realizaron, con el aval de pretendidos científicos, han quedado desmentidas por la realidad.
Así como ha habido gestos de abnegación y solidaridad encomiables, sobre todo, en el personal sanitario, han sobrado verborrea, declaraciones grandilocuentes y ruedas de prensa en las que la propaganda desplazó a los hechos. No dudo de que esas personas han actuado con la mejor voluntad, pero el contraste entre las previsiones y los resultados es demoledor. No solamente no nos advirtieron sino que nos hicieron creer que no iba a pasar nada. Pero ha pasado. Tiempo habrá de analizar las responsabilidades de cada uno. Ahora hay que cerrar filas.....Pedro García Cuartango
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